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Actualizado: 5 de junio de 2025
Ramiro solía quedarse hasta la noche en el último piso del torreón, escuchando los cuentos y parlerías de las mujeres. Allí terminaba la tiesura solariega. Allí se canturriaba y se reía. Allí el aire exterior, en los días templados, entraba libremente por las ventanas, trayendo vago perfume de fogatas campesinas y el sordo rumor de los molinos y batanes en el Adaja.
Amanecía ya, y, por las trazas, un día de los más esplendorosos y templados que podían concebirse en aquella estación y en aquel pueblo.
14 no atendiendo a fábulas judaicas, y a mandamientos de hombres que se apartan de la verdad. 15 Porque todas las cosas son limpias a los limpios; mas a los contaminados e infieles nada es limpio; antes su alma y conciencia son contaminadas. 1 Pero tú, habla lo que conviene a la sana doctrina: 2 Que los viejos sean templados, venerables, prudentes, sanos en la fe, en la caridad, en la tolerancia.
Este es el ruego digno de un pueblo generoso, El único que al sólio del Todo-Poderoso En alas de los ángeles la brisa llevará; Roguemos, que templados por el sublime ruego, El alma encandecida del entusiasmo al fuego A otras generaciones su ardor trasmitirán.
4 que enseñen a las mujeres jóvenes a ser prudentes, a que amen a sus maridos, a que amen a sus hijos, 5 a que sean templadas, castas, que tengan buen cuidado de la casa, excelentes, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada. 6 Exhorta asimismo a los jóvenes a que sean templados;
6 Porque por esto también ha sido predicado el Evangelio a los muertos; para que sean juzgados en carne según los hombres, y vivan en espíritu según Dios. 7 Mas el fin de todas las cosas se acerca; sed, pues, templados, y velad en oración. 8 Y sobre todo, tened entre vosotros ferviente caridad; porque la caridad cubrirá multitud de pecados.
Las cuatro de la tarde serían cuando el sol, entre nubes cubierto, con luz escasa y templados rayos, dio lugar a don Quijote para que, sin calor y pesadumbre, contase a sus dos clarísimos oyentes lo que en la cueva de Montesinos había visto. Y comenzó en el modo siguiente: -A obra de doce o catorce estados de la profundidad desta mazmorra, a la derecha mano, se hace una concavidad y espacio capaz de poder caber en ella un gran carro con sus mulas.
Sábese, por tradición, que los indios bautizaron a las gallinas con el nombre de hualpa, sincopando el de su último inca Atahualpa. El mismo cronista refiere que durante muchos años no se pudo lograr que las gallinas españolas empollasen en el Cuzco, lo que se conseguía en los valles templados. En cuanto a los pavos, fueron traídos de México.
Las comadres, al sentirla de lejos, trancaban las puertas; los chicos soñaban con ella, y los mismos serenos, que han sido aquí siempre hombres muy templados, al atisbarla en lontananza, hacían como que no habían visto nada y se iban por otra calle opuesta.
Pues aún no era esto lo peor: lo peor era que Anita, que tenía un temperamento linfático exhausto de sangre, gustaba de mantener viva y cargada incesantemente, hasta en los días templados, la chimenea de su gabinete; merced a esto y al cuidado con que se cerraban todas las puertas y rendijas, aquella habitación era un horno; en ocasiones la atmósfera se ponía casi irrespirable; el coronel y el catedrático, que eran obesos y sanguíneos, sudaban gotas de tinta y estaban expuestos a una congestión; pero el ex-gobernador y tío Manolo, lejos de compadecerles, se complacían muy mucho en aquel tormento, y hasta se hubieran alegrado quizá de un amago de apoplejía que les impidiese salir de casa por las noches.
Palabra del Dia
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