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Actualizado: 26 de mayo de 2025
Roguemos por la suerte del mundo Americano, Porque sus nobles hijos con palmas en la mano En nombre de un principio se abracen con amor; Roguemos porque caigan los réprobos caudillos, Que en el altar sagrado dan filo á los cuchillos, Para apagar, matando, de libertad el clamor.
Este es el ruego digno de un pueblo generoso, El único que al sólio del Todo-Poderoso En alas de los ángeles la brisa llevará; Roguemos, que templados por el sublime ruego, El alma encandecida del entusiasmo al fuego A otras generaciones su ardor trasmitirán.
Doblemos la rodilla, y en nuestros labios vibre, Una oracion solemne digna de un pueblo libre, Que en alas de los ángeles remonte hasta el Señor; Doblemos la rodilla, y alzando el pensamiento, En un amor unidos y un mismo sentimiento, Roguemos al abrigo de un manto protector.
Su magnífica copa alzábase en medio de un solar, «donde las necesidades de la población, obligarán á construir manzanas de casas; entonces caerá al golpe del hacha, como sus míseros compañeros,» mientras que, diremos con un ilustre escritor, la ciudad de Sevilla, indiferente al recuerdo de aquellos ciudadanos, que más honra le dieron, verá desaparecer, sin fijar en ello su atención, ese postrer vestigio de una época, en que las letras y las virtudes cívicas florecieron y fueron honradas en Andalucía; y verá caer, sin sentimiento de pena aquel testigo de los generosos esfuerzos de un hombre, que, según el docto caballero Pero Mexia, «debe ser alabado y merece que los que en esta ciudad vivimos roguemos á Dios por su ánima, la cual según fué su vida tan virtuosamente gastada en letras y en honestos exercicios, y su tan christiana y buena muerte yo creo cierto que está en la gloria de Jesucristo.»
Roguemos, porque nunca naufrague la creencia, Para que tenga un culto la excelsa inteligencia Que dice á la barbarie: «¡De aquí no pasarás!» Roguemos porque todos escriban en sus pechos Con sangre de sus venas, sus leyes y derechos, ¡Que nunca borrar pueda la tiranía audaz!
Roguemos al cielo, por el contrario, que tanta gloria no anonade y absorba la luz de vida de ese frágil corazón. Otros veinte picos de oro dijeron cosas muy buenas, diversas todas las unas de las otras, sin haber disparate que no tuviese defensor, ni extravagancia que no se encomiase llevándola a los cuernos de la luna.
En el mismo cancionero se lee la siguiente composicion hecha por el judío don Mossé, cirujano de Enrique III, cuando nació el príncipe don Juan, que luego fué rei en Castilla, segundo de su nombre. Una estrella es nascida en Castilla reluciente: con placer toda la gente roguemos por la su vida.
Palabra del Dia
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