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Actualizado: 11 de junio de 2025


Si Clara se va al claustro, no ya por puro amor de Dios, sino por temor de ofenderle, por considerarse sobrado frágil para resistir las tempestades del mundo y por miedo de misma y del infierno, Clara, á mi ver, no desatina: Clara procede con recto juicio y consumada prudencia. Los motivos de su vocación para la vida religiosa, si no son los más elevados, son buenos.

Hubo varias causas de esta larga tardanza, y la principal fué el apartarse y dividirse las naves pocos días después de la partida de Cádiz, y perderse de vista la una de la otra, que encontrando rapidísimas corrientes que la desviaban, furiosísimos vientos que la maltrataban, disformes tempestades que la echaron á las costas de Guineos, se vió precisada la almiranta, en que le cupo venir á nuestro P. Antonio, á aferrar en la isla de Santiago, una de las islas Hespérides, que llamamos ahora Cabo Verde.

Se diría que Goethe, cuya defensa hemos hecho y a quien no creemos malo, allá en los momentos de mayor severidad contra mismo, cuando más descontento se hallaba de su pensamiento y de su corazón, hundió en él la mirada aguda y escudriñadora, hizo cruel examen de conciencia y sacó de allí las malas pasiones, las iras, las envidias, las concupiscencias, los demás apetitos viciosos, las tempestades, los desórdenes y las otras negras tintas con que traza la figura moral de su héroe.

En las grandes tempestades el barco necesita achicarse, de alta encina quiere convertirse en humilde hierba, y como sus mástiles no pueden plegarse cual las ramas de un árbol, se ve en la dolorosa precisión de amputarlos, quedándose sin miembros por salvar la vida. La pérdida del buque era ya inevitable.

Esto habla muy alto en favor del hombre, que á pesar de su pequeñez, que en el Océano se palpa mejor que en parte alguna, se lanza atrevido á sulcar sus piélagos y abismos, marchando entre tempestades y truenos, solo, en una miserable lancha, porque eso es en el Océano el mas colosal navío, una lancha; allí va el hombre, solo, pero con Dios encima de su cabeza.

Y aparece tras ella otra señora, pero ésta no es como las anteriores, sino humilde, inocente, y en su fisonomía no hay rasgo revelador de las tempestades que rugen en su alma. El expediente sobre concesión de bosques en el Chaco, iniciado por don Palemón Tagliarin... ¿podría usted informarme? ¿Qué número tenía, señora?

La libertad fué la musa De los cielos mensagera, Que llenó mi alma severa Con su espíritu inmortal; Y en las negras tempestades Seguí con paso valiente, Su antorcha resplandeciente Y su faro celestial. Oh, Dios, inspírame un himno, Ó una fúnebre elejia! Que baje á la tumba fria Cantando á la libertad!

Sencillo y sublime lenguaje. No quiere decirse con esto que se hayan acabado las tempestades; empero lo que ha terminado es la ignorancia, la turbación y el vértigo que producen la obscuridad del peligro, y lo peor de todo peligro, el lado fantástico. A lo menos, si se perece sábese el por qué.

Sobre está Dios, Dios te aprisiona, como aprisiona las tempestades del Océano. Dios te ha puesto por barrera un espíritu, como ha puesto al Océano una playa. Salimos del Banco, y notamos que el restaurant Vefour no ha dejado nuestros estómagos muy satisfechos.

Su corazon estará vivamente agitado: la dulcísima ternura, la profunda y suave melancolía, el odio, el amor, la ira, la generosidad, la audacia, el ímpetu, nacerán repentinamente en su pecho; sentiriáse bajo una influencia mágica que le conmueve á pesar suyo: las vibraciones de una cuerda habrán levantado en su corazon misteriosas tempestades que los esfuerzos de la razon bastan apenas á dominar.

Palabra del Dia

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