Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 11 de junio de 2025


Cuando subía a la toldilla, seguido de Old Sam, el contramaestre, que refrendaba las órdenes con los silbidos del pito, se veía a un hombre sabiendo mandar; tenía una gran precisión en sus disposiciones, y su voz áspera de marino, formada de gritar en medio del mar y de las tempestades, parecía hecha para dominar a los hombres y a los elementos.

Carecía de talento y su inteligencia no era muy superior a la de cualquier perro de aguas; pero su conciencia se le reveló. Vos no poseéis mi estima le dijo un día al notario, creyendo hacerle un gran bien. Y la repugnancia que L'Ambert sentía por él trocose en odio mortal. En los últimos ocho días de su forzada intimidad sucediéronse las tempestades casi sin interrupción.

Trepando por la selva hacia la cumbre de la montaña, se ve que los árboles tienen que luchar cada vez más para conservar su existencia en la atmósfera, que se va enfriando. Su corteza es más rugosa, su tronco menos recto, sus ramas más nudosas, su follaje menos abundante y más duro. Sólo pueden resistir á las nieves, á las tempestades y al frío por el abrigo que se dan unos á otros.

Las tempestades. «El mar experimenta de vez en cuando conmociones que parecen tener por objeto asegurar las épocas de sus trabajos. El ilustre autor se refiere especialmente á los bruscos movimientos que al parecer proceden de debajo, y que en los mares asiáticos equivalen á verdaderas tempestades.

Esta perspectiva, ¿la entristecía o la alegraba?... Era difícil averiguarlo, porque su aspecto, adolecido, parecía poco sincero. ¿Acaso no estaba ella en su elemento cuando más fuertes se desencadenaban en la casona las tempestades familiares?...

Marchita está su frente luminosa Sellada por el genio del dolor, Pero aun brilla la chispa misteriosa Que estampó con su dedo el Hacedor. Y en vano bramarán las tempestades En alas del furioso vendabal, Ha de arder al través de las edades La llama de su genio celestial.

Por más interesantes y exactas que sean esas descripciones, no me siento con ánimo para copiarlas. Ni mucho menos me atrevo á imaginar ó arreglar lo que no han visto mis ojos. Sólo referiré sucintamente las tempestades que he presenciado: siquiera en éstas interpreté, á lo menos así lo creo, los distintos caracteres que distinguen el Océano del Mediterráneo.

El Atlántico le conocía desde Islandia y las islas de Lofoden, hasta el Cabo de Buena Esperanza y el de Hornos. Sabía lo que son las tempestades del Pacífico y los tifones del mar de las Indias. Yurrumendi había visto mucho; pero más que lo que había visto, le gustaba contar lo que había imaginado. A Chomin Zelayeta y a nos tenía locos con sus narraciones.

Provocaban la risa como obras de arte, pero Aresti los miraba con respeto, viendo en ellos el recuerdo de un drama vivido por muchos centenares de hombres. Eran votos de la gente de mar, muestras de agradecimiento de tripulaciones vizcaínas, por haberlas salvado la imagen de Begoña de espantosas tempestades.

Y le duró más de siete, y se templó en tales términos y se arregló la envejecida y desconcertada máquina de mi tío de tal manera, que, no en un cesto, sino bien sentado en el sillón de vaqueta de su dormitorio, y bien forrado y envuelto en mantas y capotes, consiguió darse más de cuatro «panzadas de sol» al aire libre en el abrigado rincón de la solana, adonde le sacaba yo poco menos que en vilo, por la puerta de su alcoba, entre las tempestades de votos y reniegos con que protestaba contra «la perra acabación» que en tan miserables extremos le ponía.

Palabra del Dia

lanterna

Otros Mirando