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Actualizado: 21 de julio de 2025
Junto á Brachialio tuvo nuevas llenas de sospechas, porque tuvo aviso que Roger no recibiera las insignias de César por no hacerse más sospechoso á los suyos, de quien ya comenzaban á tener alguna desconfianza, por verle rico y honrado, y ellos defraudado de su sueldo. Temió Teodoro, y resolvió de asegurarse, retirándose al fuerte de Ripi donde estuvo algunos dias.
El cocinero se detuvo; temió que los misterios de su familia entrasen en la cocina y bajo el dominio de oficiales, galopines y pícaros; la gente más maleante del mundo. Mi mujer tiene las entrañas muy blandas dijo tragando la saliva más amarga que la hiel ; mi mujer se deja engañar de cualquiera... pero en fin, ello está hecho; mi mujer... pues... mi mujer es mi mujer.
Doña Blanca, puesta de pie otra vez, con ademán imperioso, señalando la puerta con la mano, expulsaba al Comendador. ¿Qué había de hacer, qué había de contestar éste? Doña Blanca pareció frenética á los ojos del Comendador, lleno de piedad y casi de susto. Temió ser cruel y mal caballero si respondía. Guardó silencio.
Algunos medicamentos recetados por el doctor calmaron en pocas horas el terrible acceso de Sánchez. Se le quitó la camisa de fuerza. Siguiose un estado de grave postración; se temió por su vida. Pero a los pocos días se inició la mejoría; no tardó en ponerse bueno, aunque disparatando cada vez más. Su locura tomó un aspecto apacible.
Y aquí es donde confiesa el santo varón que representándosele tan cercana la muerte, temió de suerte que se le erizaron los cabellos, por ventura para que entendiese que toda su virtud era de Dios.
Después de dos horas de conversación, el señor de La Tour de Embleuse desembrolló el caos de sus ideas, lloró la muerte de su hija, temió por la salud de su esposa, lamentó las tonterías que había hecho y estimó a la señora Chermidy en su justo valor. El señor de Sanglié le dejó a la puerta de su casa muy aliviado, ya que no curado.
Todas parecían exclamar: Sí, el celibato es calumniado, muy calumniado. El predicador se extendió sobre las ventajas espirituales de la virginidad y no temió asegurar, con gran escándalo de mi abuela, que se agitó en su silla, que el horror del mundo por las solteronas, no viene más que de un resto de paganismo.
Nuestro peregrino advirtió con pena que estaba hecho una sopa, y temió que la muerte, que anhelaba y repugnaba al mismo tiempo, pudiera sobrevenir por la humedad esgrimiendo, en lugar de guadaña, reumas y pulmonías. A la luz de los relámpagos descubrió que había llegado a una extensa nava, entre las cumbres de dos cercanos cerros.
Llegando al vestíbulo, temió aparecer en el salón sin el aplomo necesario. Se detuvo. "Voy a verla dentro de un instante", se dijo. Temblaba todo entero. De pronto le tocaron en el hombro, y una voz conocida le murmuró: "Hombre, tenía que hablarte a propósito de aquello". Se volvió con brusquedad, desagradablemente sorprendido: era Miguel Castilla. ¿A propósito de qué?
Cuando acontecieron los sucesos del setenta y dos, temió el P. Florentino que su curato por los grandes beneficios que rendía llamase la atencion sobre él, y pacífico antes que todo solicitó su retiro, viviendo desde entonces como particular en los terrenos de su familia, situados á orillas del Pacífico.
Palabra del Dia
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