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Actualizado: 21 de julio de 2025


Lo que faltaba de ella hasta la exactitud, me la dio al otro día la enferma diciéndome que deseaba «hablar con su confesor». ¡Temió la inocente que me pareciera demasiado oírla decir que «quería confesarse»! » Y vino el confesor poco después. ¡La nota triste que faltaba en el cuadro de mis tribulaciones! »Sin salir el cura de la habitación de Luz, llegó el médico.

Entrole en oyendo esto a doña Guiomar otra vez, y con mucho más efecto, su temor a los duendes, y se apresuró a mirar si tenía aún en su seno aquella poderosa e inestimable medalla del familiar de la Inquisición, y hallola; y temió que aquel hombre con quien había hablado, no hubiese sido otra cosa que una imaginación suya, o cosa de encantamiento y hechicería, de la cual se había librado por la virtud de la santa medalla.

Toda la batalla fue negocio de algunos segundos. D. Luis había estado sereno, como un filósofo estoico, a quien la dura ley de la necesidad obliga a ponerse en semejante conflicto, tan contrario a sus costumbres y modo de pensar; pero, no bien miró a su contrario por tierra, bañado en sangre, y como muerto, D. Luis sintió una angustia grandísima y temió que le diese una congoja.

Temió, si huía, anticipar la agresión, ser detenido por el insulto; y con la esperanza de pasar inadvertido, permaneció inmóvil, como subyugado por una impresión que no era de miedo, pero de algo más que prudencia.

19 Envía, pues, a recoger tu ganado, y todo lo que tienes en el campo; porque todo hombre o animal que se hallare en el campo, y no fuere recogido a casa, el granizo descenderá sobre él, y morirá. 20 De los siervos del Faraón, el que temió la palabra del SE

Moreno comenzó a murmurar cosas extrañas, tan agitado y descompuesto que verdaderamente inspiraba lástima. Sus mejillas parecían de escarlata. Mario temió que le fuese a dar un ataque. Al fin vino a sacarle de aquel purgatorio su hermana Valeria llamándole para que fuese a arreglar un bastidor del teatro que se había caído.

Pero en este caso me parece dar más crédito á Montaner; porque al principio de este capítulo escribe Pachimerio, que si en esta relacion se apartáre de la verdad, no tendrá la culpa el escritor, sino la fama de quien él lo supo, y como la que corria entre los Griegos de nuestras cosas, era siempre falsa, no se le debe de dar crédito en lo que difiere de Montaner, y facilmente en este caso les podemos conciliar; porque solo difieren, en que Pachimerio por constante que el Papa pidió la persona de Roger á Don Fadrique, y Montaner dice que se temió el caso, pero no que sucedió; y así no fué mucho que la fama de tan lejos añadiese lo demás.

El Rey Venturoso se creyó entonces el más desventurado de todos los reyes; se lamentó de haber sido cómplice en un crimen inútil, y temió la venganza del poderoso Kan de Tartaria. Aquella noche no pudo pegar los ojos hasta muy tarde.

Y en la voz tenía sollozos que se esforzaba en disimular. Pero un nuevo regalo ha venido a agregarse a los demás dije. Y también mis palabras estaban medio ahogadas por las lágrimas. ¡Bien! Me lo darás mañana replicó, ya estoy desvestida. Pero ese regalo es mío dije. Y, como en la bondad de su corazón, temió ofenderme, no obstante su inmenso dolor, me abrió la puerta.

El P. Lucas, sin turbarse nada, procuraba animarlos, y la naturaleza, que poco antes, lejos de los peligros, había sentido algún miedo, ahora de nada temió.

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