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Actualizado: 25 de junio de 2025
Miguel siguió esta corriente. Se vió en una pieza enorme, de techo altísimo. En uno de sus lados se abrían cuatro grandes balcones sobre las terrazas y el Mediterráneo. A causa de la guerra estaban cubiertos con unas telas obscuras para ocultar la luz interior. El muro de enfrente lo llenaban varios espejos gigantescos.
Abu Hafáz, lleno de complacencia, fue ofreciendo ante sus ojos, y poniendo sobre el mostrador, mil extraños primores en joyas y en telas. Ella no se saciaba de mirarlas. Era muy curiosa. El mercader le dijo: Aún no te he mostrado, sultana, lo más espléndido y peregrino que mi tienda atesora. ¿Y para qué lo escondes y no me lo muestras? dijo ella.
Iguales bromas se permitía el Don Quijote que vegetaba en la obscuridad, midiendo telas en Las Tres Rosas.
De telas del corazón este festejo tejido, con los que en él se han cosido hebras los afectos son. Presto para tanta fiesta se echaron nuestros hilvanes, que para tales esfuerzos siempre son bravos los sastres.»
Cuando se entraba en el salón, en aquella noche fresca de la primavera, con todos los balcones abiertos a la noche, con tanta hermosa mujer vestida de telas ligeras de colores suaves, con tanto abanico de plumas, muy de moda entonces, moviéndose pausadamente, y con aquel vago rumor de fiesta que comienza, parecía que se entraba en un enorme cesto de alas.
El calzado de estos grandes dignatarios de la Iglesia y de las repúblicas era de telas tejidas con metales preciosos y recamados de las más ricas piedras: esmeraldas, rubíes, zafiros, diamantes del tamaño de nueces casi siempre. Tengo entendido que el Santo Padre todavía usa ese calzado los días que repican gordo.
Funcionan con buen éxito varios telares de lana, y se hacen telas de lino; pero el interés manufacturero se limita, con todo, a llenar la demanda nacional hasta donde sea posible, pues no puede todavía abastecer el mercado y éste tiene que depender casi completamente de la importación de mercaderías extranjeras.
Era asombroso este cambio de conducta; pero también lo era que el señor Cuadros, que antes medía telas en su tienda sin ambición alguna, tuviera ahora carruaje y todo el empaque pretencioso de un aspirante a millonario. Ven conmigo, Andresito. Vamos a dar un paseo. Sí añadió la mamá , acompaña a Amparito. Reúnete con la gente joven.... ¡Qué diablo! A tu edad....
Por eso, y porque ansiaba retirarse y descansar, traspasó su establecimiento a los Chicos que habían sido deudos y dependientes suyos durante veinte años. Ambos eran trabajadores y muy inteligentes. Alternaban en sus viajes al extranjero para buscar y traer las novedades, alma del tráfico de telas.
En sus tiendas se vendían mil primores traídos de lejanos países: telas de lana, teñidas de púrpura en Tiro; joyas de oro, hechas en Ménfis, en Sais y en otras ciudades egipcias; piedras preciosas y tejidos de algodón del Indostán; alfombras de Persia, y hasta sedería del casi ignorado país de los Seras.
Palabra del Dia
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