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Tenían orden de no volver á la capital sin haber cumplido su encargo, y fuera de la Galería les esperaban varias carretas cargadas de piezas de tela, así como una numerosa tropa de costureros.

Al levantar la tapa de un cofre y extraer de su interior una tela de seda teñida de azafrán y toda bordada de arabescos multicolores, un intenso perfume se difundió en el ambiente, como si acabara de abrirse alguna ventana hacia especioso vergel, todo maduro de aromas.

Pálida y convulsa resplandecía tan bella la muchacha, que Narcisa hubiera querido aniquilarla con sus ojos acerados, cargados de ira. Cuando la dejaron sola con su terror, se quitó con manos temblonas el alegre vestido blanco, y otra vez se abrumó bajo la tela sombría de su luto.

De venta en todas las librerías y en las bibliotecas de las estaciones á 4 ptas. en rústica y 5 lujosamente encuadernado en tela. Agotada rápidamente la primera edición, acaba de publicarse la segunda, que contiene numerosos formularios para toda la correspondencia, tarjetas, telegramas é impresos, forma nueva de correspondencia en la vida de relación.

En rústica, 5 pesetas; en tela, 7. DE ESTA COLECCIÓN HA PUBLICADO CALPE LAS SIGUIENTES OBRAS, DE PALPITANTE INTER

En pocos minutos todos aquellos objetos fueron colocados en la chalupa, asegurados con cuerdas, y los víveres, las armas y las municiones envueltos en una gruesa tela impermeable. Ahora botémosla al mar con la grúa de popa dijo el Capitán. ¿No la estrellarán las olas contra la nave? preguntó Van-Horn.

Sus compras no eran generalmente más que de retales, pedacitos o alguna tela anticuada, para hacer combinaciones con lo bueno que ella tenía en su casa, y refundir lo viejo dándole viso y representación de novedad. Pero un día vio en casa de Sobrino Hermanos una manteleta... ¡qué pieza, qué manzana de Eva!

Sus caballos iban cargados con dos anchos cofres cubiertos de una tela alquitranada, de una ligereza extraordinaria, pero tan grandes, que el jinete no podía montar más que sobre la grupa, donde se sentaba como un timbalero delante de sus timbales; además, pieles de carnero rodeaban sus cascos, de modo que era imposible oírlos cuando marchaban al paso.

Al andar, movíanse sus faldas con desmayada soltura, como si dentro de ellas sólo existiese aire, y al sentarse, la tela marcaba ángulos duros sin la más tenue redondez. El trabajo, la fatiga bestial, habían paralizado el desarrollo de la gracia femenina. Sólo algunas delataban bajo su envoltura los encantos del sexo; pero eran muy pocas.

Con el vientre oprimido por la correa nueva y el revólver al costado, caminaban en busca del ferrocarril que había de conducirlos al punto de concentración. Uno de sus hijos llevaba el sable oculto en una funda de tela. La mujer, apoyada en su brazo, triste y orgullosa al mismo tiempo, dirigía con amoroso susurro sus últimas recomendaciones.