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Actualizado: 7 de junio de 2025
El rio de San-Mateo corre con estrépito sobre un lecho pedregoso y por entre magníficos boscages; mas para ir á Yuracáres se sube el rio Coni que es ménos considerable y sobre todo poco profundo. Barcos de vapor de todos tamaños pueden navegar sin obstáculo por el Chaparé, basta la embocadura de los dos rios que le dan orígen.
Se afligía, sí, pero no por salir de la ciudad, sino... por lo otro, ¡un golpe tan duro y terrible! se afligía, porque este golpe alcanzaba a sus hijos, a su buena y querida Nanita. Esta, abría tamaños ojos.
¡Jesús te ampare! exclamó mi tío Ramón, abriendo tamaños ojos al verla caer; ya tenemos encima la terrible perlesía; y corrió a socorrer a su consorte que había caído sin sentido a los pies de la mesa, haciendo un ruido extraño con la boca llena de espuma. Don Benito y yo habíamos corrido al mismo tiempo a socorrer a mi tía.
También hay en muchos parajes minas de cristal de roca muy superior; éste se cría en el corazón de pedernales huecos de varios tamaños, y que en mi concepto crecen.
Estos campanarios están en los patios de las casas principales, contiguos a las mismas iglesias, y en ellos muchas campanas de varios tamaños, y algunas bastante grandes y de buenos sonidos, las más son fundidas en estos pueblos.
Pero como ella no tenía ganas de reírse, no se rió. Guardó distraída el juguete y dio las gracias a su amigo, preguntándole después: Dime, Ramoncito, ¿crees tú que en este mundo hay hadas? Ramón abrió tamaños ojos, se puso muy serio, metiose ambas manos en los bolsillos del pantalón, y repuso: Yo creo que en este mundo no hay hadas, niña Lita.
El laberinto de albercas ó diques penetra al corazon de la ciudad por en médio de vastos muelles planos y altísimos edificios, y de este modo se produce el extraño fenómeno de una ciudad flotante compuesta de navíos de todos tamaños metida literalmente en el seno de la ciudad de piedra y ladrillo que se llama Lóndres.
Un manojo de flores, presas en rico vaso de Bohemia, ocupaba el centro: la cubrían blanquísimos lienzos de letras y escudos primorosamente bordados; relucía sobre ellos la limpia plata; puestas en trasparentes platos acusaban las frutas con sus aromas su completa sazón; a las copas de diversas formas y tamaños esperaban los más preciados vinos, y la tranquila luz de las lámparas iluminaba aquella lujosa sencillez, mientras sólo el continuo tic-tac del reloj rompía el silencio del comedor, como llamando a convidados y dueños.
Los dedos, cargados de sortijas de todas las épocas y todos los tamaños, apenas podían jugar para llevar la copa a los labios. Su traje, debajo del mantón alfombrado, brillaba con reflejos metálicos de oro viejo como una casulla de la Edad Media.
Mari Pepa esparcía en el suelo las colchas y pañolones que habían acopiado en el saqueo y andaban en confuso montón sobre las sillas; Lita escogía y combinaba colores y tamaños, y Pito Salces y yo, encaramados en muebles de la necesaria altura, clavábamos en las paredes, y tan arriba como nos era posible, con tachuelas, con puntas... hasta con clavos «trabaderos» y cuanto habíamos podido haber a las manos en una mechinal de la bodega en que acumulaba Chisco las reservas de esta especie, lo que la diligente y afanada nieta del gigantón de la Castañalera nos iba alargando con sus manitas primorosas, de lo desparramado por el suelo.
Palabra del Dia
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