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Actualizado: 16 de julio de 2025
Sucedióme un día la mejor cosa del mundo, que, aunque es en mi afrenta, la he de contar. Yo me recogía en mi posada, el día que escribía comedia, al desván; y allí me estaba y allí comía. Subía una moza con la vianda y dejábamela allí. Yo tenía por costumbre escribir representando recio, como si lo hiciera en el tablado.
Allí fue mucho mayor mi sorpresa. Ni en torno del patíbulo, ni en toda la tierra que alcanzaban los ojos, se veía tampoco una figura humana. Subí las escaleras del tablado, deteniéndome a cada instante para mirar alrededor, pues no acertaba a comprender lo que era aquello. El cielo presentaba un aspecto distinto.
Lo interior de los mismos era el vestuario; encerraba también las máquinas escénicas más necesarias para la exposición, y constituía un segundo tablado, que, hasta cierto punto, podía extenderse descorriendo las cortinas.
Por ejemplo, si hago un papel de juez, aunque esté delante de señoras o en casa ajena, no me quitaré el sombrero, porque en el teatro la justicia está dispensada de tener crianza; daré fuertes golpes en el tablado con mi bastón de borlas, pondré cara de caballo, como si los jueces no tuviesen entrañas... No se puede hacer más.
Después el gobernador dirigió desde el tablado la palabra al pueblo, y aunque su discurso no llegó a más de tres o cuatro metros de distancia, el pueblo comprendió en seguida con admirable instinto que rebosaba de elocuencia y se entusiasmó de un modo frenético.
Se encontró esta mañana, dijo el sacristán, en el tablado en que se expone á los malhechores á la vergüenza pública. Satanás lo dejó caer allí deseando sin duda jugar una mala pasada á su Reverencia. Pero ha procedido con el mismo desacierto y ligereza de siempre. Una mano limpia y pura no necesita guante que la cubra.
¡Nunca! ¡jamás! replicó Ester fijando las miradas, no en el Sr. Wilson, sino en los profundos y turbados ojos del joven ministro. Está grabada demasiado hondamente. No podéis arrancarla. Y ¡ojalá pudiera yo sufrir la agonía que él sufre, como soporto la mía! Habla, mujer, dijo otra voz, fría y severa, que procedía de la multitud que rodeaba el tablado. Habla; y dale un padre á tu hija.
Que la fábula fuese sin ornato, Sin artificio y pobre de argumento, No la escuchaban con desdén ingrato. El pueblo recibía muy contento Tres personas no más en el tablado, Y á las dos solas explicar su intento.
Recibiese este medio con acepción universal, con que a cada paso se oían estas voces todo el camino, así de los que acompañaban a éste, como de los que asistían al otro pertinaz, que se seguía, hasta llegar a la Iglesia de Santo Domingo y sentarse los Reos en la escalera sobre el tablado.
Pero abrumada bajo el peso del castigo que estaba condenada á sufrir, por momentos sentía como si tuviera que gritar con toda la fuerza de sus pulmones y arrojarse desde el tablado al suelo, ó de lo contrario volverse loca.
Palabra del Dia
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