Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 21 de junio de 2025


Nuestro planeta no sólo gira sobre mismo, sino que al mismo tiempo circula en torno del Sol a razón de cien mil kilómetros por hora. Cada segundo recorremos treinta mil metros. Jamás inventarán los hombres una bala de cañón tan rápida.

De la existencia de las primeras atestigua el maestro Juan de Malara, el cual describiendo las bellezas del mudejar palacio, dice entre otras cosas: «La talla de las puertas, las labores moriscas, los jardínes que están entre la huerta de el Alcoba y los aposentos nuevos con grandes y espaciosos miradores, «las leoneras que solía auer en tiempo de los Reyes Católicos etc ...» Y que no fué solamente en el Alcázar donde aquellos monarcas tuvieron sus predilectas fieras, compruébase por el siguiente documento, curioso por más de un concepto: Muy honorables señores: Juan de Merlo alcayde del castillo de triana me encomiendo en vuestra merçed a la qual plega saber: quiero que sepan que El aljama e judios desta çibdad «acostumbraron siempre» dar para mantenimiento de los leones que los Reyes nuestros señores en esta çibdad tenían cinco mill maravedises de cada año.

Además, los amigos lo notaban... Estaba quedando en ridículo...» Soledad permaneció algún tiempo silenciosa.

No le quedaba ya, y eso por poco tiempo, más que los devaneos vulgares, insulsos, de los tenorios aristócratas, iguales unos a otros en sus gustos, en sus palabras y en su inaguantable vanidad. ¿Qué relación podía ya existir entre aquel niño y ella, como no fuese la de madre a hijo? Estas reflexiones labraron una arruguita en su frente, la arruga de los instantes fatales.

Pero el tiempo volaba; fue el 20 de julio cuando Pierrepont y Fabrice juraron su tremendo compromiso, y el plazo de cuatro meses acordado al pintor expiraba por ende el 20 de octubre.

El impaciente Rafael habló entonces de lo cortas que eran las tardes de Enero y de la necesidad de aprovechar el tiempo. Fermín llamó al criado, que se extrañaba de la parquedad de los dos amigos, invitándoles a pedir más cosas. ¡Todo estaba pagado! ¡Don Luis tenía cuenta abierta!... Al salir Rafael, marchó directamente a la calle, temiendo que el amo le viese con los ojos enrojecidos.

Antes de pasar más adelante, debe saber el lector que, desde tiempo inmemorial, existe entre los mareantes de la calle Alta y los de la del Mar, barrios diametralmente opuestos de Santander, una antipatía inextinguible. Cada barrio forma cabildo aparte, y no han querido para los dos un mismo patrono.

Doña Manuela, que le había tenido tanto tiempo a su voluntad, asombrábase ahora ante sus alardes de independencia. Le habían cambiado su hijo, según ella decía con el tono quejumbroso de una madre resignada. Y el tal cambio consistía en haberse negado Juanito varias veces a darla dinero para salir de pequeños apuros. Esto indignaba a doña Manuela.

Pero la descarga que esperaban no se produjo. Una barca mandada por un vigilante y tripulada por doce remeros se destacaba de la costa é iba á colocarse entre los fugitivos y los tiradores canacos. Al mismo tiempo la lancha de vapor del yate forzó su máquina en dirección de los nadadores.

Pues no había para qué precipitar las cosas. Tampoco quiso, por lo pronto, tener explicaciones con Nepomuceno. Tiempo había. Sin embargo, las circunstancias le obligaron a anticipar en este respecto su actitud enérgica.

Palabra del Dia

dermatológicas

Otros Mirando