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Actualizado: 29 de junio de 2025
La buena mujer abría los ojos con expresión de espanto, suspiraba pensando en el peligro arrostrado por su marido y lanzaba miradas inquietas á la cerrada puerta de la barraca, como si por ella fuese á filtrarse la Guardia civil.
Aquel hombre poderoso pedía que le compadeciese. ¿Qué pediría él, que llegaba impulsado por una vergüenza de familia?... Dupont cayó desalentado en su asiento, la cabeza entre las manos, con la facilidad con que pasaba su carácter de la acción desordenada e impetuosa al anonadamiento cobarde. Suspiraba, con tristeza: ¡La familia!... ¡la familia!...
Pero con frecuencia, exaltándosele la expresión del semblante, la idea musical la arrebataba. Entonces las otras enmudecían. Carmen, arrodillándose junto a Zoraida, la miraba con atención ingenua, y después, hacia las últimas notas, se oprimía el corazón y suspiraba sonriendo.
¡Mari-Crú! ¡Palomica mía! suspiraba la vieja. ¿Me ves? ¡Aquí estamos toos!... ¡Contesta, Mari-Crú! suplicaba Alcaparrón, lloriqueando. Soy tu primo, tu José María... Pero la gitana sólo contestaba con estertores roncos, sin abrir apenas los ojos, mostrando por entre los párpados inmóviles las córneas de un color de vidrio empañado.
Rita, sintiendo aquellos pasos violentos que desde hacía días retumbaban en los aposentos callados con isócrono rumor de máquina, movía la cabeza y suspiraba, mientras colocaba en una maleta camisas y calcetines y prendas interiores de abrigo.
Además, nunca fuí excesivamente desgraciado, porque no tengo imaginación; no me consumía rodando en torno de paraísos ficticios, nacidos de mi propia alma deseosa, como las nubes de la evaporación de un lago; no suspiraba mirando las lúcidas estrellas, por un amor espiritual a lo Romero o por una gloria humana a lo Camoens. Soy muy positivista.
Era vieja la una, y no la aquejaba al parecer nada; la otra era moza, linda, y tenia trazas de estar muy apesadumbrada: suspiraba, y lloraba, y eso mismo le daba mas gracia. Baxó, y se acercó á la Ninivita jóven, con ánimo de darle prudentes consuelos.
Rita suspiraba. El, era otra cosa; nunca la «manía» que todos ellos padecen le dió por reñir ni por dañar...: gozaba en hacer bien, y si en sus tiempos fué enamoradizo y zarandero, pagado lo hubo en buenas obras.... Algo sospechoso andaba de su hermana, que a mí una noche bien me quiso sonsacar los sentires que de ella tenía...; pero ¿cómo iba una a adivinar?... Teníala yo además poco tratada.
Es que hoy me sucede una felicidad por la cual suspiraba desde hace mucho tiempo, como por la libertad de la esclavitud más dura. La loca era para mí una fuente de dolor y un peso tan penoso como el grillete de un presidiario. Me veo libre de esa cadena y respiro por vez primera a mi placer. La alegría vuelve bueno y amable. Marta había tenido el tiempo necesario para recuperar su propio dominio.
El Capellanet hablaba del baile de la tarde, olvidado totalmente de su vida de seminarista y osando arrostrar los ojos de Pep. Margalida recordaba las miradas del Cantó y la arrogante postura del Ferrer cuando ella había pasado ante los atlots al entrar en misa. La madre suspiraba: ¡Ay, Siñor!... ¡Ay, Siñor!...
Palabra del Dia
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