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Actualizado: 1 de junio de 2025
Emma iba casi suspendida. Tuvo que confesar que no sentía el movimiento apenas. Durante el viaje, que duró tres horas más que el de ida, se durmió también, y se quedó con las manos apretadas sobre el vientre. Cuando despertó, vio a Bonis con la mirada grave, de expresión intensa, fija sobre el mismo sagrado bulto que oprimían los dedos de ella.
Cuatro horas más tarde, un paquete, no teniendo respuesta, desprendió una chalupa que abordó al María Margarita. En el buque no había nadie. Las camisetas de los marineros se secaban a proa. La cocina estaba prendida aún. Una máquina de coser tenía la aguja suspendida sobre la costura, como si hubiera sido dejada un momento antes.
Contemplaba la nariz de su enemigo como mira el pescador una trucha apetitosa suspendida del extremo de su caña. Despojose vivamente de la ropa que no consideró indispensable, arrojó sobre la hierba su fez rojo y su levita verde, y se arremangó hasta el codo las mangas de la camisa. Es de suponer que los turcos más dormidos se despierten al tintineo de las armas.
Todo fué en vano: las tinieblas de la noche vencían ya el crepúsculo de la tarde, y la luna, suspendida en los cielos como lámpara de oro, lanzaba delante de sus rayos las sombras gigantescas de los cubos y lienzos de la muralla.
Si de cuando en cuando me atrevo a razonar, el minuto que sigue me desilusiona y estoy como un alma en pena suspendida por los espíritus malignos entre un cielo y un infierno. Yo había acompañado a mi madre al castillo de Valency, donde debíamos encontrar la sociedad acostumbrada, y, por consiguiente, al señor de Montbreuse, cuyas asiduidades tienen, quizás, algo de notable.
En tal estado las cosas, no era de extrañar que mi madre creyera suspendida sobre la cabeza de su esposo el hacha del verdugo. Algunas veces tuvo la idea de arrojarse a los pies de los delegados de la Convención y pedirles la libertad de mi padre.
Amparo empezó a tomar lentamente un aspecto fantástico; a abrillantarse su mirada, a resplandecer; su figura se aisló en medio de una niebla vaga, azulada: desapareció a mi vista todo lo que la rodeaba, y quedó ella sola, inmóvil siempre, pero como suspendida en medio de un espacio indefinible, en que ni había luz ni sombra.
Cuando Marner volvió en sí, prosiguió la acción suspendida y cerró la puerta, inconsciente de la ruptura de la ilación de sus ideas, inconsciente de que hubiera ocurrido ningún cambio, a no ser que la luz del día se había obscurecido y que se sentía helado y desfallecido. Se imaginó que había permanecido largo tiempo mirando hacia fuera.
Más valía para él fiarse al azar que a su propia resolución; más valía seguir sentado al festín, bebiendo el vino que le agradaba, aun con la espada suspendida sobre la cabeza y el terror en el corazón, antes que precipitarse en las tinieblas en que todo placer quedaría perdido para siempre.
Miró el caballero tropezado alternativamente al palafrenero, al incógnito y á su caballo; comprendió por lo amenazador de la actitud del jinete que se trataba de alguna pendencia cortada, ó por mejor decir, suspendida por su aparición, y dijo con acento severo y lleno de autoridad: ¿Que significa esto? Señor, este mal hombre quería pegarme porque me he reído de su caballo contestó el palafrenero.
Palabra del Dia
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