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Actualizado: 2 de junio de 2025


-Señor -respondió Sancho-, en cada tierra su uso: quizá se usa aquí en el Toboso edificar en callejuelas los palacios y edificios grandes; y así, suplico a vuestra merced me deje buscar por estas calles o callejuelas que se me ofrecen: podría ser que en algún rincón topase con ese alcázar, que le vea yo comido de perros, que así nos trae corridos y asendereados.

Donde ella estuviera, que no se murmurase; no lo consentía. Cuando llegaron al cenador donde se empezaba a servir el café, la de Rianzares inclinaba su cabeza de fraile corpulento cerca del hombro del Magistral, diciendo con los ojos en blanco, y llena de miel la boca: ¡Vamos! ¡amigo mío!... se lo suplico yo... acompáñeme al Vivero... sea amable... por caridad....

Esta caja, señoras y señores, continuó el americano, contenía un puñado de cenizas y un pedazo de papiro, donde había algunas palabras escritas. Véanlo ustedes, pero les suplico no respiren con fuerza porque si parte de la ceniza se pierde, mi esfinge aparecerá mutilada.

¿Me dice usted eso como insulto? dijo rápidamente, poniéndose blanca su cara de súbita ira. Mabel, al ver su actitud amenazadora, de un salto se interpuso entre nosotros y me suplicó que conservara mi calma. Hay algunos hombres para quienes no pueden ser insulto las palabras, por duras que sean contesté violentándome, y usted es uno de ellos.

Otro día que acababa yo de sufrir con mi ordinaria impasibilidad los sarcasmos de la señorita Margarita, su madre me llamó aparte. Señor Máximo me dijo, mi hija le atormenta un poco, le suplico que la excuse. Debe notar que su carácter se ha alterado desde hace algún tiempo. La señorita parece más preocupada que de costumbre... ¡No es sin razón, Dios mío!

«Señor cura: »Mi hija va a morir, y antes de comparecer en la presencia de Dios, desearía ver al sacerdote que inculcó en su alma inocente la sagrada doctrina de Cristo. Le suplico, padre mío, que venga lo antes posible.

En el punto que el cautivo nombró a don Pedro de Aguilar, don Fernando miró a sus camaradas, y todos tres se sonrieron; y, cuando llegó a decir de los sonetos, dijo el uno: -Antes que vuestra merced pase adelante, le suplico me diga qué se hizo ese don Pedro de Aguilar que ha dicho.

Fernando suplicó como un niño atemorizado. ¡Valor! Debía sobreponerse a sus emociones. Teri era valiente cuando quería. Te vas gimió ella, sin escucharle . Ahora me convenzo. Hasta este instante no había visto claro. Es cierto que te vas. ¡Y no hay remedio!... ¡Qué cosa tan horrible!

Es un gran sacrificio... Pero serás buena con mi pobre hija... Te quiere tanto... No la rechaces, te lo suplico. Yo también la quiero, y si no se tratase más que de ... ¡Pero el mundo y sus prejuicios! Raúl puede perjudicarse en su porvenir y en su carrera, y yo también soy madre, amigo mío.

Simón se me parece y usted lo ve mucho mejor que nadie, pues ha hecho todo lo posible para evitar que nos viésemos... Temía usted que esta semejanza, pues no es imaginaria, me saltase a los ojos y confirmase mis sospechas... Simón nada tiene de aquél cuyo nombre lleva, mientras que todos sus rasgos recuerdan los míos cuando yo tenía su edad... Otras personas lo han observado igualmente y me lo han hecho ver... Yo le suplico, señora, que me diga toda la verdad.

Palabra del Dia

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