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Actualizado: 26 de julio de 2025


«¡Oh quimerilla!..., ya estás aquí... Pues mira, te esperaba hoy. Anoche supe que cerró el ojo Tomás... No te aflijas, paloma. Más vale así... ¿Qué vas a sacar de esos sentimientos? Siéntate... Espera que quite estos botijos... Si Tomás ya no vivía ¡el pobre!

Mañana lo sabré y se lo diré; mire que me ha prometido ir a ver mis cuadros, no lo olvide». Al día siguiente, al entrar en casa, supe que Pombo acababa de salir; sobre el escritorio encontré una hoja de papel suelta, un viejo borrador mío, con este verso: Cumplo, amigo, mi palabra; Cúmplala usted como yo. Ramón Guerra se curó Tomando leche de cabra. Eso es bogotano puro.

Rico al fin con todas sus obras impresas y muchas manuscritas, y con un vivo recuerdo de su cortesía, regresé á Italia, excitando la envidia en cuantos me oían decir que yo había tratado al gran Lope de Vega. Después continué con él en correspondencia, hasta que supe su paso á mejor vida.

Transcurrió algún tiempo sin que yo pensara en semejante cosa, y no debo ocultarte que sentía cierto escozorcillo aquí, en la conciencia... Por Enero de este año, cuando me preparaba a hacer diligencias, una amiga de Segunda me dijo que la Pitusa se había marchado de Madrid. ¿A dónde? ¿Con quién? Ni entonces lo supe ni lo he sabido después.

Pero esta mañana... esta mañana supe una cosa más horrible todavía... Supe que tu hermana ha llegado donde no puedo ni quiero decirte. No hay más remedio que casarlos, y cuanto más pronto... Ya sabes por qué me ha dado esta opresión que por poco me mata, ¡y más valiera que así fuese!... Lo mismo tu padre que yo estamos cogidos, tenemos los brazos atados.

Si te dijera que le queria, te diria un embuste; no le quiero, la verdad ante todo; tengo muchísimas razones para no quererle; pero desde que supe que vino de San Cloud para recoger el último suspiro de un viejo ilustre, de un hombre verdadero y honrado, no le quiero tampoco, no le puedo querer; pero no le odio.

Cuando hablamos de Angelina no puede usted dominar su emoción. ¡Sean ustedes felices! Yo... ¡no volveré a querer a nadie!...» La, hermosa señorita bajó los ojos y suspiró tristemente. No supe qué decir y me quedé contemplándola.

La cosa fue anteanoche continuó el capataz . Yo lo supe ayer por la tarde; vinieron a decírmelo de las Carolinas... No he querido ir a verle. ¿Para qué? ¿Voy acaso a resucitarlo?... Ya estará enterrado; los que lo vieron dicen que estaba hecho una lástima. Un balazo en la frente, otro en la boca: plomo por todas partes.

La hubiera retenido consigo, pero Jacobo la deslizó en su abrochada levita y preguntó con indiferencia cuánto tiempo hacía que aquello duraba. Desde que llegó, desde el mismo día en que entró en la Magnolia. Yo a la sazón fui un torpe, Juan, y ahora soy un torpe también; pero no supe cuánto la amaba hasta el presente. Y ya no es la misma mujer.

Yo, obligado de su amistad, con las mejores razones que supe y con los más vivos ejemplos que pude, procuré estorbarle y apartarle de tal propósito. Pero, viendo que no aprovechaba, determiné de decirle el caso al duque Ricardo, su padre.

Palabra del Dia

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