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Actualizado: 26 de julio de 2025


»Llamé, y nadie acudió; traté de hablar, y se me impuso silencio; pedí que al menos se me permitiese ver la luz del día: pero esto no se me concedió sino al día siguiente, y sólo entonces supe la verdad. »Carlos fue herido en el brazo, pero su herida no era grave.

Por él supe que el novio de mi amita se había embarcado en el. Todas las conferencias terminaban en un solo punto, el próximo combate. La escuadra debía salir al día siguiente, ¡qué placer!

El general dio orden al tabernero de que nos hiciese conducir con las debidas precauciones al colegio tan pronto como cesase el fuego. Al día siguiente supe que la revolución había triunfado.

Esto se llama generosidad; no es el primer caso que se encuentra en mi vida. En celebración de paz, acabemos esta botella. Al frenesí que antes había yo sentido sucedió un entorpecimiento y oscuridad tal de mis facultades intelectuales, que no supe qué responder a lord Gray, ni realmente le respondí nada.

Luego supe yo, por el cochero, que lo dejó esperando junto al oratorio de la calle de Valverde, y se fue sola, y tardó... menos de media hora. Poco tiempo es pa cosa mala. Sigue, sigue. Yo creí, pues, que había ido enonde usted, a buscarle; pero me chocó que volviera demasiao pronto: y lo mismo fue entrar en casa, que ir y tirarse llorando encima de la cama. Y llora que te llora la tié usted.

Cuando supe esto, me figuré que, como dice todo el mundo, las mujeres son volubles e ingratas, y pensé que la Shele me había olvidado con la ausencia. Escribí a uno de los amigos de Lúzaro preguntándole lo ocurrido con ella. Meses después pude recoger en Cádiz dos cartas suyas en contestación a la mía.

Claro apareció en mi conciencia el amor que me habías inspirado, y cuán abominable lo hacía la gran diferencia de nuestra edad, más propia que para convertirme en amiga o en esposa tuya, para prestarme, con relación a ti, por manera espiritual, el casto y limpio carácter de madre. »Yo, con todo, no supe resistirme.

Pues nunca he sido verdaderamente vicioso. ¡Oh!, ¡quién hubiera sido poeta!... Derramando mi idealidad en versos, habría conservado mi ser moral. Pero nunca supe hacer una cuarteta, ni he sabido distinguir a Júpiter de Neptuno... ¿Ves cómo estoy? ¿Ves mi ruina? Pues mira, tengo la conciencia tranquila. No he despojado a nadie.

Sentí algo semejante al miedo y al asco, y no supe más que murmurar: ¡Qué horror!

Pregunté, y supe que en aquel ataúd iba el cadáver de Tremontorio. ¡Dios sabe lo que pasó entonces por mi alma!

Palabra del Dia

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