Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 27 de mayo de 2025


El sabio fondista dijo que él los traería; y en efecto, a los dos minutos se presentó con dos pares de castañuelas que entregó a las hermanas. Entonces éstas se despojaron de las papalinas y las tocas. Por primera vez vi los cabellos de la hermana San Sulpicio.

El barrio de San Sulpicio, con sus calles tranquilas y silenciosas a la española y sus beatas de velo negro que pasan rozando los muros del Seminario, atraídas por el toque de las campanas, fue para el seminarista español lo que el camino de Damasco para el apóstol. El catolicismo francés, culto, razonador y respetuoso con los progresos humanos, aturdió a Gabriel.

Un día encontramos en la carretera uno de tres o cuatro años de edad revolcándose en el polvo, en cuya delicada operación parecía encontrar gran deleite, a juzgar por las risotadas que daba de vez en cuando, sobre todo cuando el polvo se le metía por los ojos y las narices. Mire usted, por la Virgen, esta criatura exclamó la hermana San Sulpicio. Mire usted, madre, lo que está haciendo.

Yo no miraba más que a la hermana San Sulpicio, no sólo por la afición que la tenía, sino porque en realidad era la que mejor bailaba. Su prima, o por temor o vergüenza, o porque no la hubiese dotado la naturaleza con gran cantidad de sal, limitábase a señalar los movimientos y a guardar el compás.

Ignoro lo que sucederá; pero algo debe valer el buen deseo con que obramos, para conseguir la ayuda del cielo. A diez pasos de la estafeta tomamos un coche, y al cuarto de hora nos encontrábamos en San Sulpicio. Este es uno de los seis ó siete edificios que han despertado en la emocion poética, sin embargo de que entran por centenares los monumentos suntuosos que tiene Paris.

La buena mujer, muy conmovida, se aleja sin poder responder. El gran salón se halla casi desierto. El señor Aubry va a levantar la sesión, cuando el ujier llama con voz sonora: ¡Juan Durand! Estas dos palabras, que hace tanto tiempo resonaron en el vasto salón de la alcaldía de la plaza de San Sulpicio, ¿por qué prodigio, su sonoridad llena aún los oídos de Juan?

Si fuera usted, como presumo, el autor de la gracia, merecía le tuviesen toda la vida encerrado en un calabozo como me han tenido a cinco días. Le ruego que no vuelva a ocuparse de una pobre mujer a quien ha ocasionado y puede aún ocasionar serios disgustos». Entre confuso y dolorido, pregunté a la mensajera: Pero ¿es verdaderamente de la hermana San Sulpicio?

Los votos que hacían duraban cuatro años, al cabo de los cuales se renovaban. A la tercera vez era necesario hacerlos perpetuos o salir de la congregación. Lo mismo la hermana San Sulpicio que su prima, la hermana María de la Luz, se habían educado desde muy niñas en aquel convento, del cual no habían salido más que para ejercer su ministerio en dos o tres puntos de España.

Aquella admiración me iba pareciendo un poco impertinente y creo que a mi mujer también: «¡Vaya con la hermana San Sulpicio! ¡Siempre tan alegre! ¡Cuánto nos hemos reído con ella! ¡Ay, qué hermana! ¿Quién había de conocerla?

Pues a esta sensación perturbadora añadíase al presente una inquietud vaga, no exenta de voluptuosidad, que me apretaba la garganta y me producía un cosquilleo grato. Pensaba en los ojos de la hermana San Sulpicio. Y como si el tren, con su marcha pujante y vertiginosa, me dotase del poder que me faltaba para hacerla mía, sentíame feliz hasta llorar.

Palabra del Dia

bagani

Otros Mirando