Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 25 de junio de 2025


He visto al Niágara, desde todos sus aspectos oficiales, he descendido a los rápidos, allí donde el capitán Webb, ese suicida sublime, con un corazón digno de la tumba que encierra, acaba de caer vencido en su lucha insensata con el gigante americano. Lo repito: a cada instante la impresión crece.

Sus corvas se doblaron, y cayó desvanecido en brazos de las personas que le acompañaban. Extendieron el cuerpo del suicida sobre el muelle mientras llegaba el juzgado. Aquel espectáculo tenía profundamente impresionados a todos los circunstantes, entre los que se hallaban personas de los dos bandos rivales.

Hasta se atrevió a emplear una metáfora tan nueva como atrevida, comparando el suicida, al desertor que abandona su puesto sin permiso de su cabo. El auvernés, que no había tomado nada en las últimas veinticuatro horas, parecía bien aferrado a su idea. Permanecía inmóvil y terco ante la muerte, como un asno ante un puente.

Estuvo oyendo mucho tiempo el ruido de sus pasos, despues entró en su celda y esperó que apareciera en la calle. Vióle, en efecto, oyó que decía á un compañero que le preguntaba á donde iba: ¡Al Gobierno Civil! ¡Voy á ver los pasquines y á reunirme con los otros! El compañero, asustado, se quedó mirándole como quien mira á uno que se suicida y se alejó corriendo.

Al instante se abría el muro más próximo, vomitando una camilla y dos bomberos, que hacían desaparecer el cuerpo importuno como por encantamiento. Los de la partida inmediata no llegaban á enterarse. En otras ocasiones era un suicidio. Lubimoff conocía una mesa llamada «del suicida», á causa de un inglés que había querido morir teatralmente, disparándose un pistoletazo al perder la última moneda.

Podría escribir aquí cosas pasablemente distintas de las que acabo de anotar, pero prefiero contar simplemente lo que pasó el último día que vi a María Elvira. Por bravata, o desafío a mismo, o quién sabe por qué mortuoria esperanza de suicida, fuí la tarde anterior de mi salida a despedirme de los Funes.

D. Laureano hacía valer mucho esta prohibición para sacarles lindamente los cuartos: en realidad, importábale tan poco que jamás se le había pasado por la mente enajenar su grata libertad. Aborrecía de muerte el matrimonio y la familia. Cuando algún amigo se casaba, considerábale como un suicida.

Además, el revólver estaba mal cerrado y en la caída se le había salido una cápsula cosa que se explicaba perfectamente de parte de una mujer poco práctica en el manejo de las armas, de una suicida cuyas manos debían temblar por otras razones; pero que en un asesino sería inexplicable.

Antes de leer el nombre del suicida estaba seguro de conocerlo. No podía ser otro que Fontenoy. Por eso no experimentó sorpresa alguna mientras continuaba su lectura. Los detalles del suicidio le parecieron sucesos naturales y ordinarios, como si alguien se los hubiese revelado previamente.

¿Qué enorme catástrofe de alma te engendró aquella gran sed, monstruosa y suicida? Una sirena encantadora cantaba en el fondo del vaso y no querías oír sino su voz emponzoñada de trágica Loreley. Y allí te esperaba la Muerte, la marioneta descarnada, todo blancura y piruetas, como la Colombina de tus fiestas galantes.

Palabra del Dia

ayudantes

Otros Mirando