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Estaba halagada, pues nunca disgusta a una mujer el creerse amada, halagada, pero triste al mismo tiempo. Tenía grande estimación y afecto por Juan, y la afligía el pensar que ella era la causa de su sufrimiento y desgracia. Por otra parte, Zuzie tenía el sentimiento de su inocencia. Con los demás, algunas veces era coqueta, muy coqueta. Atormentarlos un poco no era un gran crimen.

Vos sois mi única esperanza; no me abandonéis en manera alguna; reparad mis faltas; apiadaos de mis hijos y de . 15 de agosto de 1818. Los disgustos que he sufrido por causa de mis hijos, acortarán mi existencia y acabaré por sucumbir bajo el peso de tanto sufrimiento. Yo he sentido sus penas con mayor fuerza que ellos mismos. La ociosidad de Alfonso me consume. ¿Por ventura ha nacido para esto?

Esto pudiera parecer lo sumo de la virtud en unos cristianos nuevos si no hubieran pasado adelante á dejarse despedazar á gusto de los gentiles, por no faltar, como á ellos les parecía en un punto, á la santa ley de Dios. Oyeron ellos que Dios mandaba no se volviese mal por mal, y que á los ultrajes é injurias, aun en la vida, no se respondiese sino con mansedumbre y sufrimiento.

Sensación tan débil, por otro lado, que no tuvo reparo Dicquemare en recibirlo en un ojo, sin que le produjese malos resultados. He aquí una criatura apenas garantida, que vive al acaso; y eso que es superior. Tiene sentidos, y á juzgar por sus contracciones, una susceptibilidad notable de sufrimiento.

La incomodidad, el disgusto el cruel sufrimiento han cesado con la fiebre que enloquecía mi cerebro, con la fiebre llamada «vivir» que consumía mi cerebro. Y de todos los tormentos, aquel que más tortura ha cesado: el terrible tormento de la sed por la corriente oscura de una pasión maldita. He bebido de un agua que apaga toda sed.

Tenía los ojos secos y un atroz sufrimiento me oprimía el corazón. Volví a leer la carta de Magdalena.

JARIFA. ¡Ay, dueño de mi cuidado! ¿Posible es que vengo a verte? ¡Ay, mi bien!, mi dulce esposo, Mi Abindarráez, mi señor, Parte sola en quien mi amor Ha dado al alma reposo; Luz de mi alma y sentido, Vida de mi entendimiento, Consuelo en mi sufrimiento, De mil celos oprimido; Rey desta alma y desta casa, Destos brazos gusto, y vida Desta tu esclava rendida, A quien justo amor abrasa, ¿Cómo vienes? ¿Vienes bueno?

Es de noche: un hombre viejo y enfermo está solo en un gabinete. La tos le desgarra el pecho, tiene las piernas hinchadas por la gota, el estómago roído de dolores, y para que el sufrimiento sea completo, conserva el cerebro despierto y sano.

Al verle tras su largo cautiverio, don Fernando le estrechó la mano, sin la más leve emoción, como si se hubiesen encontrado poco antes, y le preguntó por su padre y su hermana con voz suave y gesto plácido. Era el hombre de siempre, insensible para el dolor propio, conmovido ante el sufrimiento de los demás.

Todos habían presenciado el despertar de la riqueza; habían tomado parte en él; era cosa suya; y más que la miseria, les atormentaba el sufrimiento moral de la desigualdad, la decepción de haber vivido en medio de una racha loca de la Suerte sin aprovecharse de ella.