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Actualizado: 1 de julio de 2025
Dios lo sabe, porque yo ya lo he olvidado; sólo recuerdo que sufrí mucho; pero tuve valor para ahogar dentro de mí mismo mi sufrimiento; le ahogué para que nadie me preguntase, para que nadie supiese por una debilidad mía el secreto de Margarita, que sólo sabíamos la noche y yo... y Dios que lo ve todo. Al día siguiente...
Al oír hablar, Laura se incorporó, retiró vivamente su mano de las manos de Julio y tendió los brazos a su amiga. Adriana se precipitó, la besó una y otra vez, y parecía no tener caricias bastantes para aquella pobre cara devastada por la pasión y por el sufrimiento. Laura sonreía. ¡Qué miedo tuve de que no vinieras! Estoy muy enferma, ¿sabes?
Pero la señora parecía estar de buenas, domado, sin duda, el áspero carácter por la intensidad del sufrimiento. Benina se proponía, como siempre, acomodarse al son que le tocara la otra, y a poco de estar junto a ella, cambiadas las primeras frases, se tranquilizó. «¡Ay, señora, qué día! Yo estaba deshecha; pero no me dejaban, no me dejaban salir de aquella bendita casa.
No hablaba mucho y siempre hacíalo con lentitud. Complacíase a veces en usar expresiones enérgicas que producían un efecto muy singular dada la calma con que eran pronunciadas. No tenía más de sesenta años; sin embargo, como era víctima de frecuentes ataques de gota, su ánimo estaba algo quebrado a causa del sufrimiento físico.
No sentir es no ver, no ver es no vivir, no vivir es el sufrimiento mayor. Pero ahora que os abrasa la vida, ahora que soñáis, que lucháis, que esperáis, que lloráis, que os agitáis, ahora más que nunca vivís; hay algo en el mundo que os deslumbra, que os atrae, que os hace gozar el gran placer del sufrimiento. ¡Vos sois muy feliz! ¡Oh! ¡y qué felicidad tan horrible!
Yo soy el que no tuvo ánimo para ver en qué paraba su desmayo, ni lo que resultaba del papel que le fue hallado en el pecho, porque no tuvo el alma sufrimiento para ver tantas desventuras juntas; y así, dejé la casa y la paciencia, y una carta que dejé a un huésped mío, a quien rogué que en manos de Luscinda la pusiese, y víneme a estas soledades, con intención de acabar en ellas la vida, que desde aquel punto aborrecí como mortal enemiga mía.
32 Ahora pues, Dios nuestro, Dios grande, fuerte y terrible, que guardas el pacto y la misericordia, no sea tenido en poco delante de ti todo el sufrimiento que nos ha alcanzado a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros sacerdotes, a nuestros profetas, a nuestros padres, y a todo tu pueblo, desde los días de los reyes de Asiria hasta este día.
Mucho tiene que sufrir la virtud; pero si no tuviera que sufrir ¿sería virtud? ¿Qué mérito tendría? Y sin duda que la piedra de toque, en que se aquilata y contrasta el sufrimiento, es esta duda en que deja el virtuoso a los demás hombres acerca de si su virtud es tontería, impotencia o amilanamiento y poquedad de espíritu. Hombres hay que no resisten a esta prueba.
El orígen de la pereza se halla en nuestra misma organizacion, y en el modo con que se ejercen nuestras funciones. En todo acto hay un gasto de fuerza, hay pues un principio de cansancio, y por consiguiente de sufrimiento.
Si lo que en él se dice fuese cierto; si el Señor, irritado por la destrucción de su obra, no admitiese entre sus elegidos a los que así delinquen; si nos separase de Magdalena... ¡Oh! ¡Cuando pienso en que esto pudiera ser!... Aunque sólo hubiera una probabilidad muy remota de que esa amenaza pudiera realizarse sería yo capaz de sufrir, para evitarla, los tormentos más crueles; viviría, si fuera preciso, diez años más... Sí, diez años más de sufrimiento, a cambio de la esperanza de reunirme con ella en la eternidad.
Palabra del Dia
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