United States or Saudi Arabia ? Vote for the TOP Country of the Week !


La señora Princetot, que se había refugiado en las sombras del templo, había de creerse por completo absuelta... La falta pasada había ya prescrito. El señor Princetot, que no había sospechado nada cuando la infidelidad era patente, sería menos accesible aún a las sospechas hoy, en que la hostelera del Sol de Oro edificaba con su religiosidad a los fieles todos.

Para evitar sospechas en las familias se concertó el lance por la tarde en una finca situada en Leganés. El marquesito debía salir del Veloz-Club con sus amigos a las dos en punto y Tristán de la Peña a la misma hora con los suyos. Cuando se vio en la calle y solo, una arruga profunda se marcó en su frente: desapareció súbitamente la alegría, un poco forzada, que a última hora había mostrado.

Al oír esta frase siniestra, un escalofrío recorre el cuerpo de Gertrudis. «¿Sabe algo? ¿Se lo ha confesado todo Juan? ¿Ha descubierto por casualidad el secreto?... ¿O no tiene más que sospechas?...» Y desde entonces se llena de terror delante de ese hombre; y se consume de pasión por el otro, a quien ha despedido para siempre.

Facundo no había encontrado tanto armamento como el que resultaba de los cómputos que podían hacerse sumando el que existía en la provincia en tal época, más el traído de Tucumán, de San Juan, de Catamarca, etc. Otra circunstancia singular agrava las sospechas que en el ánimo de Quiroga pesan contra el gobernador.

Observó sobre todo que las babuchas de su muger eran azules, y azules las de Zadig; que los lazos de su muger eran pajizos, y pajizo el turbante de Zadig: tremendos indicios para un príncipe delicado. En breve se tornáron en su ánimo exâsperado en certeza las sospechas.

Mientras vamos andando volveremos a hablar de este asunto. Volvieron a ponerse en marcha. El intendente siguió demostrando su alegría. Cuanto antes trataría de hablar a Marta y pedirle perdón por sus sospechas mal fundadas, y hacerle comprender por medio de palabras buenas que conocía la causa de su pesar. Catalina no hacía más que suspirar mientras él hablaba.

Basta, sin embargo, echar una ojeada sobre las obras de los dos escritores más célebres de su siglo, para convencerse de la falta de fundamento de tales sospechas, que argüirían celos ó envidia de cualquiera de ellos respecto del otro.

Hay un medio infalible de convenceros de que vuestras sospechas eran infundadas. Voy a hacer llamar a Marta. ¡Es inútil! exclamó el intendente . Marta ya no está en Orsdael. Esta noche ató las sábanas a las varas de su ventana, y huyó del castillo. Sabe Dios si ya no está a cuatro o cinco leguas de aquí... ¡Con nuestro secreto! ¡Ay de nosotros! ¿Qué nos irá a suceder?

Sentose don Claudio Fuertes delante del pupitre; cogió pluma y papel, y escribió en un credo algunos renglones que leyó después a don Alejandro Bermúdez, y decían así: «Mi querido sobrino: Por las sospechas que apuntas en tu carta del tantos, es posible que te convenga mejor que el hospedaje que en esta casa tenías y tienes a tu disposición, el que te reserva en la suya la persona que te fue con la noticia que ha dado origen a tus temores, si es que persistes en tu propósito de venir a Villavieja; pues pudieras haber variado de parecer después de considerar que no tienes derecho alguno ni autoridad suficiente para hacerme la pregunta y las reflexiones que me haces en tu mencionada carta.

Y doña Manuela, viendo tales fachas, por una extraña relación de pensamientos, sujetó su bolso con las dos manos, como si alguien fuese a robarla. Después se tentó los bolsillos del gabán, y... ¡justo! ¡No eran falsas sus sospechas! Le habían robado el pañuelo.