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Actualizado: 10 de mayo de 2025
Aún no habíamos hablado entre las dos, sosegadamente, del suceso que a aquella situación nos había traído; todavía estaba por aclarar qué había de falso y qué de cierto en el contenido del infame papel, y cuál fuera la verdadera importancia de lo último a los ojos de un público avezado a no asombrarse de faltas mucho mayores...
Cuando al retirarse a casa salió acompañada de su tío, había en la puerta una manada de caballeretes esperando para verla de cerca; don Quintín, que así se llamaba su Argos, puso cara feroz y ella, esforzándose por reprimir la alegría, procuró estar seria. Nadie durmió sosegadamente aquella noche en el estanco.
El pueblo se extendía por entrambos lados adosado a la montaña, y sus casas estaban bañadas por el mar, al cual podían los vecinos salir por escaleras de piedra. En muchas había también un pequeño terrado o jardín donde merendaban o departían sosegadamente tomando el fresco, o bailaban y reían, según el humor y la ocasión.
Chisco me precedía trepando sosegadamente por derecho, garantido por sus tarugos contra los resbalones de que no se libraba el caballo que conducía de las riendas, cuando pisaba sobre el atusado ramaje de los brezos.
Cerca de ellas estaba la señorita de Morí, carirredonda, vivaracha, de ojos negros maliciosos, huérfana y rica. Un poco más allá la señora de Ciudad, dormitando sosegadamente hasta que llegaba la hora de recoger a las seis hijas que tenía diseminadas por los distintos parajes de la sala. Allá, en un rincón, su hermana María charlaba íntimamente con un joven.
¿No oyes lo que te dice el señorito? preguntó sosegadamente el padre a la hija. Oi-go, siii-see-ñoor, oi-go-tartamudeó la moza, comiéndose los sollozos. Pues a hacer la cena en seguida. Voy a ver si volvieron ya las otras muchachas para que te ayuden. La Sabia está ahí fuera: te puede encender la lumbre. Sabel no replicó más. Remangóse la camisa y bajó de la espetera una sartén.
Como si contara ya con ella, dijo muy sosegadamente a su amigo: Cosa de nada, por supuesto, sin consecuencias... Un dolor de cabeza repuso don Alejandro, mirando de hito en hito al otro , que cogió esta mañana... ¿En dónde? preguntó don Claudio después de carraspear. En el paseo respondió Bermúdez, sin dejar de mirar a su amigo . Le alargó algo más que de costumbre, y volvió un poquito sofocada.
Déjase correr él que lo ha notado, porque le tiene cuenta la equivocación para sus fines mercantiles, y comienza el asedio de preguntas de aquellos admiradores entusiastas del perínclito francés. «Pero, vamos a ver llegan a preguntarle , ¿cómo puede un hombre ponerse cara a cara con un león y atreverse a soltarle un tiro?» A lo que responde muy sosegadamente el peletero: «De la manera más sencilla. ¿No se han visto ustedes alguna vez cara a cara con una liebre?
Comió Rubín aquella noche sosegadamente con su tía, contándole algo de lo que había visto y oído en el café, a lo que respondió la gran señora expresándole su deseo de que no fuese más a aquel establecimiento, por estar muy lejos, y porque en él siempre encontraría una sociedad inculta y ordinaria. El joven parecía conformarse con esta idea, y aseguró que no volvería más.
4 de Abril. La monotonía de mi vida en este lugar empieza a fastidiarme bastante, y no porque la vida mía en otras partes haya sido más activa físicamente; antes al contrario, aquí me paseo mucho, a pie y a caballo, voy al campo, y por complacer a mi padre concurro a casinos y reuniones; en fin, vivo como fuera de mi centro y de mi modo de ser; pero mi vida intelectual es nula; no leo un libro ni apenas me dejan un momento para pensar y meditar sosegadamente: y como el encanto de mi vida estribaba en estos pensamientos y meditaciones, me parece monótona la que hago ahora.
Palabra del Dia
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