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Actualizado: 10 de mayo de 2025


¿Cómo otro? Es decir, ya no lo tengo: lo tenía... Es un primo que está empeñado en que le he de querer a la fuerza... No vaya V. a creer que es feo... al contrario, es guapo... pero a no me gusta... No lo puedo remediar. Le dije que , porque me dio lástima un día que se echó a llorar. Mientras conversábamos de esta suerte íbamos caminando sosegadamente por las calles.

Recibió ella la descarga risueña y sosegadamente, sin un sonrojo, sin perder minuto de sueño, sin que el latir del corazón se le acelerase cuando Miranda, desahogado siempre, repicaba la campanilla o entraba haciendo ruido con las flamantes botas. Como ningún amoroso requiebro de Miranda vino a confirmar los dichos de las gentes, estaba Lucía descuidada y tranquila lo mismo que de costumbre.

Huir de los negocios, del tráfico y de las mentiras del mundo; encerrarse con sus hijos, no para recordar noblezas de los abuelos, sino para amar tranquila, sosegadamente, a sus retoños. Era un anacoreta, poco dramático..., de la familia. Su desierto era su hogar. Al mundo iba a la fuerza.

Buena es tu esposa Camila, quieta y sosegadamente la posees, nadie sobresalta tu gusto, sus pensamientos no salen de las paredes de su casa, eres su cielo en la tierra, el blanco de sus deseos, el cumplimiento de sus gustos y la medida por donde mide su voluntad, ajustándola en todo con la tuya y con la del cielo.

Los criminales debían de ser bien empedernidos a juzgar por la absoluta indiferencia con que recibieron aquellas siniestras palabras pronunciadas con acento patético. Cada cual se retiró sosegadamente a su departamento y reanudó su tarea, como si la terrible espada de Némesis no estuviese aparejada a segarles el cuello. Los banqueros se miraron entre risueños y coléricos.

Alegróse de llegar al término de su viaje por aquel día, y mucho más cuando al rodear las tapias de un huerto descubrió á Simón y Tristán, sentados muy sosegadamente sobre un árbol caído. Ninguno de ellos notó su presencia porque dedicaban toda su atención á la partida de dados que tenían empeñada.

Hallóse el escribano presente, y dijo que nunca había leído en ningún libro de caballerías que algún caballero andante hubiese muerto en su lecho tan sosegadamente y tan cristiano como don Quijote; el cual, entre compasiones y lágrimas de los que allí se hallaron, dio su espíritu: quiero decir que se murió.

Admirado quedó don Quijote de oír al Caballero del Bosque, y estuvo mil veces por decirle que mentía, y ya tuvo el mentís en el pico de la lengua; pero reportóse lo mejor que pudo, por hacerle confesar por su propia boca su mentira; y así, sosegadamente le dijo: -De que vuesa merced, señor caballero, haya vencido a los más caballeros andantes de España, y aun de todo el mundo, no digo nada; pero de que haya vencido a don Quijote de la Mancha, póngolo en duda.

No le parecía así al párroco, que seguía paseando sosegadamente por el centro de la iglesia, puestos sus ojos terribles en todos los rincones, dispuesto a reprimir cualquier irreverencia. No pasaba una vez por delante del púlpito que no asintiese con la cabeza a lo que su coadjutor estaba pregonando.

Estaba en su jardín, sosegadamente, armando, para lanzarlo al aire, un papagayo de papel, pasatiempo honesto de un Mandarín jubilado, cuando le sorprendió ese «tilín-tín» de la campanilla. Ahora yace a orillas de un arroyo susurrante, vestido de seda amarilla, muerto sobre la hierba verde, con la panza al aire, y en sus manos frías tiene su papagayo de papel, que parece tan muerto como él.

Palabra del Dia

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