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Actualizado: 20 de julio de 2025
Luego se llevó una mano á los ojos, y apoyando sus codos en las rodillas gimió sordamente: Era mi madre... ¡Mi pobre mamá, que tanto me quería! Hubo un largo silencio. Torrebianca, como si no quisiera mostrar su dolor en presencia de su mujer, se refugió en una habitación inmediata. Elena, ceñuda y malhumorada, le oyó gemir y pasearse al otro lado de la puerta. Así transcurrió mucho tiempo.
Bien se habla... pronunció sordamente . Decir es una cosa y hacer es otra.... Las dificultades se tocan en la práctica. Si echo a ese enemigo, no encuentro quien me guise ni quien venga a servirme. Su padre.... ¿Usted no lo creerá?
Sé fijamente que esta intimidad no tiene importancia alguna. Estoy enteramente segura de mi hija, como tú debes estarlo. Pero comprendo muy bien que la conducta de ese señor te moleste... Sobre todo, desde que un periódico se ha aprovechado de ella para injuriarte, las cosas no pueden continuar así. Es necesario tomar una resolución... Ya está tomada dijo sordamente Gonzalo.
Granate le echó una mirada torva y preguntó sordamente: Pues entonces, ¿por qué no va usted a sentarse a su lado? Por la sencilla razón de que ya no tenemos nada que hablar... Pero usted es otra cosa. Entendido, señor conde... No soy un niño murmuró con mal humor.
Vamos allá. Vamos allá respondió sordamente el clérigo, que era un hombre de poca menos edad que él, bajo, rechoncho, nariz gorda y ojos saltones.
Ha sido un malvado fisiólogo que quería hacer con él un experimento... ¡Matadlo! ¡Matad a ese asesino!...Me ha robado mi nieto... Me ha robado el descubrimiento. ¡Matadlo! ¡matadlo! Después de este rapto de exaltación quedó tranquilo. Paseó con extravío sus ojos por la estancia, convirtiolos a su nieto, y su faz reflexiva se fue serenando poco a poco. ¡Es preciso! ¡es preciso! repitió sordamente.
Salió de la tienda Uceda y necesitó esperarla cerca de media hora paseando por la muralla. Al fin llegó y echaron á andar emparejados. Era ya noche completa: los faroles de la ciudad estaban encendidos. El mar rugía sordamente, batiendo su recinto amurallado. Y cuando venga la gente de la reunión ¿qué les dirá el chico? preguntó Manolo. Que me dolía la cabeza y estoy en mi cuarto durmiendo.
Me dejó libre y me dijo furioso: ¡Basta de farsas! ó, por mi honor, que llamo y te entrego al comisario de policía... Lea ocultó la cara entre las manos y con más rubor que el que le había producido el relato del crimen, dijo sordamente: Tuve miedo... y cedí. Ante mi conciencia, esto es lo que hice más abominable... Jacobo y Lea permanecieron en silencio, inmóviles, penetrados de horror.
Las hojas caen Aconteció que, cuando ya se aproximaba el otoño, la paralítica llamó a Amparo a la cabecera de su lecho, con tono y ademanes desusados, murmurando sordamente: Acércate aquí, anda. Amparo se acercó con la cabeza baja. La madre extendió la mano, le cogió violentamente la barbilla para que alzase el rostro, y con voz aguda y terrible gritó: ¿Y ahora? Calló la hija.
Acaso se haya hecho por sí mismo como el anís escarchado replicó Núñez asomando la cabeza por la ventanilla para ver si divisaba el coche que conducía a Elena. Hubo algunos minutos de silencio durante los cuales el cerebro de Barragán daba terribles vueltas en el piélago de lo insondable. Al cabo murmuró sordamente: De todos modos es curioso, ¡muy curioso!
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