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Actualizado: 8 de mayo de 2025


La carta de sor Ana, parecía decir la última palabra sobre la suerte de la Condesa. Lo que engañó a la justicia fue que cuando yo la maté se hallaba verdaderamente decidida a darse la muerte. Voy a decir a usted cómo la maté... Vérod temblaba como sacudido por la fiebre. Voy a referir a usted mi infamia: éste será el principio del castigo. Nunca conocí lo que valía.

Que sor Fulana envió el día de su santo una bizcochada magnífica á su director espiritual. Que sor Fulana pretende sobreponerse, y envía al jefe de su conciencia otra bizcochada mejor. Las dos madres se pican: la una, porque la otra ha hecho más: la otra, porque la primera ha murmurado de ella. Entonces tercian chismes más peligrosos.

Ha fallecido en su celda del convento de las Salesas la señorita doña Rosa Carraspique y Somoza, hija del conocido capitalista ultramontano don Francisco de Asís, monja profesa con el nombre de sor Teresa. Mucho tendríamos que decir si quisiéramos hacernos eco de todos los comentarios a que ha dado lugar esta desgracia inopinada.

Parecía imposible que a la larga no tuviera sor Ana noticia de la ansiosa expectación con que se esperaba esa carta, y no comprendiera su deber de entregarla a la justicia. Mientras tanto, Ferpierre no podía ocuparse más que en el drama de Ouchy y de sus autores.

Sor Marcela intentó bajar valerosa, pero a los tres peldaños cogió miedo y viró para arriba. Su cara filipina se había puesto de color de mostaza inglesa. «¡Verás si bajo, infame diabloera su muletilla; pero ello es que no bajaba. Por una reja de la sacristía que da al patio, asomó la cara del sacristán, y poco después la de D. León Pintado.

Echando a correr hacia la escalera con gran presteza, pronto desapareció. Sor Facunda habló con las otras madres. Fortunata, que pocos días antes fue trasladada al dormitorio en que estaba Mauricia, vio que esta se había acostado vestida y descalza. Acercose a ella y por su bronca respiración creyó entender que dormía profundamente.

Acostumbrada la prójima a levantarse a las nueve o las diez de la mañana, éranle penosos aquellos madrugones que en el convento se usaban. A las cinco de la mañana ya entraba Sor Antonia en los dormitorios tocando una campana que les desgarraba los oídos a las pobres durmientes.

El demonio eres replicó la fiera, que parecía ya, por lo muy exaltada, irresponsable de los disparates que decía . Facha, mamarracho, esperpento... Echa, echa más veneno murmuraba Sor Marcela con tranquilidad, abriendo la puerta de la prisión . Así te pasará más pronto el arrechucho. Vaya, adentro, y mañana como un guante. A la noche te traeré de comer. Paciencia, hija...

Por grande que sea un absurdo siempre tiene cabida en el inconmensurable hueco de la mente humana. x Por la mañana tempranito, la Superiora y Sor Facunda se tropezaron al salir de sus respectivas celdas. «Créame usted dijo Sor Facunda , algo hay de extraordinario. Consultaré ahora mismo con D. León. El caso de Mauricia debe de examinarse detenidamente».

La Superiora respondió a aquella risa con otra menos franca. Tres o cuatro Filomenas de las más hombrunas bajaron a la huerta con orden expresa de traer a la visionaria. ¡Pobre mujer y qué perdida se pone! observó Sor Natividad dentro del corrillo de monjas que se iba formando . Males de nervios, y nada más que males de nervios.

Palabra del Dia

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