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Actualizado: 6 de mayo de 2025


La mirada magnética de Venturita había concluído por electrizarle. Has hecho mal en traerme a tu cuarto dijo sonriendo mientras se pasaba el pañuelo por la frente. ¿Pues? preguntó ella abriendo y cerrando varias veces los ojos, como esos relámpagos que se advierten a la caída de la tarde en los días muy calurosos del verano. Porque me siento mal respondió él con la misma sonrisa.

Yo le he puesto á usted en libertad, pero no he sido más que un intermediario. Lázaro comenzó á ver obscura la situación. Paráronse, y se miraron. La sonrisa que en aquel momento se dibujó en los labios de Claudio, le pareció al otro cosa de muy mal agüero, y empezó á bajar á su favorecedor del alto pedestal en que le había puesto.

Que vengan contestó don Juan, en quien reapareció la mortificante sonrisa . Les daré una peseta de aguinaldos; lo único que se puede permitir un tío pobre. ¡Calla, avaro...! Me avergüenzas. Eres capaz de morirte de hambre por no gastar un céntimo.... ¿Por qué no vienes a comer con nosotros mañana?

Sonrió de un modo que asustó a Bonis, porque nunca había visto en su amiga el gesto de crueldad, de malicia fría, que acompañó a tal sonrisa. Conque... ¿tu hijo?... ¡Bah! ¿Qué tienes, Serafina? ¿Cómo estás aquí? Estoy aquí... por no estar en casa; por huir del amo de la posada. Estoy aquí... porque me voy haciendo beata. No es broma. O rezar, o.... una caja de fósforos. ¿Sabes?

Y á continuación había pasado el tren de soldados ingleses como una nube de gritos y silbidos. Atilio Castro dejó que se perdiese en el túnel el último vagón, y dijo con una sonrisa algo irónica: Esos silbidos parecen un comentario á tu hermosa frase; pero no hagas caso de opiniones groseras.

Nadie podía llamar hermosa a esta muchacha con justicia, y sin embargo, la expresión humilde e inocente de sus ojos, la sonrisa constante que contraía sus labios, la hacían altamente simpática. Llevaba un vestido de percal claro con un pañuelo de color de rosa, que le tapaba el pecho y parte de la espalda. Al oír la exclamación de Miguel, contestó con otra: ¡Mucho, ! Ya lo creo.

En su boca descolorida acentuábase una sonrisa de infinita ternura, como si dijera a sus dos creaciones más ilustres: ¡Bien sabía que habíais de venir vosotros, hijos míos, a socorrerme en la hora de la muerte! «Catalina de Aragón», así como suena, nada menos que «Catalina de Aragón» se firmaba y se hacía llamar Felipa Danou, francesa de Montmatre.

Decía la verdad al repetir con sonrisa de orgullo que nada tenía de poetical.

Está muerto dijo uno. León abrió los ojos desmesuradamente. ¿Muerto? repitió con voz apagada. , buen hombre, y también te estás muriendo. Y el rostro de León se iluminó con una suprema sonrisa. Muriéndome repitió, me lleva consigo. Conste, muchachos, que me quedo con La Suerte.

Tomó la debida posición en la silla, pero todavía se detuvo un momento, para decirme con su eterna sonrisa: ¡Hasta la vista, Rodolfo Raséndil!

Palabra del Dia

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