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Actualizado: 12 de junio de 2025


Al soltar el embozo dejó ver su cuerpo, vestido con zamarreta peluda, estrechamente ajustada con cordones negros. Las patillas, las botas, la zamarreta, la aguileña y delgada nariz, los ojos de cuervo y la gravedad taciturna son rasgos suficientes a trazar sobre el lienzo o sobre el papel la inequívoca figura de Zumalacárregui.

El pobre Mendoza no hacía en clase nada que no fuese tuerto; en todo hallaba motivos el cura para soltar una cuchufleta o un sarcasmo que hacía prorrumpir en carcajadas a los alumnos: cuando le sacaba al medio para traducir, ya sabían todos que había jarana para rato.

Al fin, una noche, hallándose todos los amigos reunidos en la tienda, Velázquez, que estaba de vena, se aventuró á soltar una pullita á su querida, de aquellas con que antes la regalaba y que no pocas veces la hacían derramar lágrimas en presencia de la reunión. Soledad alzó la cabeza vivamente y le clavó una larga mirada luciente y colérica.

Para soltar cumplidamente estas objeciones conviene fijar las ideas. Bajo las sagradas especies hay un cuerpo que no afecta nuestros sentidos: aquí encontramos un milagro, mas una cosa imposible.

En cambio él la contempló a su gusto; mas de pronto se oyó la voz de don Luis que llamaba a su hija, y al soltar ésta el periódico, por muy presto que quiso Pepe apartar los ojos, le sorprendió Paz por vez segunda en flagrante delito de admiración, a pesar de lo cual, al verle marchar poco después, no mostró enfado en gesto ni en palabras, despidiéndose de él afablemente.

Isabel también se me quejó de que no iba por su casa ni le daba cuenta de la marcha de mis amores. Dijo que había estado un día a visitar a su prima, y que por ella sabía que hablábamos a la reja. «¡Parece mentira que sea usted más reservadoEstuve tentado a soltar en su pecho el fardo que tanto me pesaba, pero un instinto de prudencia me retuvo.

De pronto, la puerta se sacudió con estrépito, y oyose en el corredor una voz desesperada que comenzó a gritar: ¡A ! ¡A ! ¡Socorro! ¡Soy muerto! El canónigo saltó del asiento, descorrió el cerrojo y abrió. Era un lacayo. El infeliz, con el semblante blanco como el yeso, sin soltar de sus manos una silla de montar, cubierta de terciopelo azul, fue a arrojarse a los pies de su señor.

De Julieta respondió con igual asombro doña Juana ; de Julieta, que debe de haber huído de casa anoche o esta mañana muy temprano.... Pues ¿de qué otra cosa venías a hablarme ? Doña Juana no obtuvo respuesta a esta pregunta, porque su marido cayó al suelo como un tronco, sin soltar el telegrama que llevaba en la mano.

Resistió unos instantes a pie firme la violencia de la ráfaga, y en vez de soltar alguna interjección enérgica, que nunca fuera más al caso, dejó escapar un suspiro de angustia. ¡Ay, Jesús mío, qué noche! Se arrimó a la pared, y cuando el viento sosegó sus ímpetus siguió su camino.

Adelante, adelante, a soltar todos sus arranques líricos sobre la gran epopeya nacional y cristiana.

Palabra del Dia

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