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Actualizado: 23 de julio de 2025
Como ya tengo indicado, mi hijo solicita un empleo diplomático; mi hermano mayor y yo hemos despertado en él este deseo que le cuesta buenos disgustos. Como quiera que en París no tenemos una protección directa para abrir las puertas de las personas influyentes, y nuestro nombre, aunque digno, no es de gran resonancia para llamar la atención de los ministros, perdemos el tiempo.
La Maritornes entró toda apresurada y solícita con dos sillas de pino. ¿Qué quieren vuesas mercedes? dijo el hombre, que se había quitado la gorra. Vino, mucho vino dijo la Dorotea. Sólo tengo blanquillo de Yepes. Sea el que quiera. El hombre salió. No os conozco, Dorotea dijo Quevedo. Tampoco yo me conozco á mí misma. Mirad que el blanquillo de Yepes es muy predicador. No importa.
Para ella, como para otras muchas histrionisas célebres, el olvido es bálsamo precioso; la que así sobre los escenarios de la farándula, como en el gran teatro de la vida, fué siempre protagonista envidiada, ahora solicita un puesto obscuro de comparsa. ¡Por piedad!
Aprovechaba la doncella las pocas ocasiones que se le ofrecían para procurarse la confianza de la Regenta. Era solícita, discreta, y fingía humildad, virtud, la más difícil en su concepto. Un paseo a campo traviesa, después de confesar, solas, en una tarde húmeda, daba mucho en qué pensar a Petra. Ella no deseaba otra cosa, pero insistía en su oposición por ver adónde llegaba el capricho del ama.
Eso es, señor Cura, lo que yo le iba á preguntar á usted. Pues salió yendo á la iglesia, arrodillándose delante del altar de Santa Ana y diciendo á la Santa con mucha devoción: Vengo á decirle á usted, santa abuelita, que mis hijos me ponen en un potro, pues el uno que llueva solicita, y... que no llueva solicita el otro.
Lucía se levantaba, se mostraba muy solícita para Ana, interrumpía a Juan melosamente. Salía como con despecho. Entraba como ya iracunda. Se sentaba, como si quisiera domarse. «Sol, ¿habrán puesto agua a los pájaros?». Y Sol fue, y habían puesto agua. «Sol, ¿habrán traído la leche fresca para Ana?». Y Sol fue, y habían traído la leche fresca para Ana.
La señorita Margarita, insistiendo con una coquetería afectuosa y solícita de la que parecía sorprendido su mismo interlocutor, le dijo, que indudablemente tenía aún tiempo de ir á su casa, vestirse y volver á buscarlas. Se le aguardaría á comer. El señor de Bevallan objetó, que todos sus caballos de tiro estaban en el pajar, y que no podía volver á caballo en traje de baile.
La Naturaleza, ó dígase cuanto hay de sensible y de inteligible, cuanto se ve, se columbra ó se imagina, cuanto cabe en el pensamiento humano, y este mismo pensamiento, todo atrae nuestra atención, nos solicita para que lo contemplemos, lo fijemos con orden y método en nuestra memoria, y hasta procuremos averiguar sus causas y el término, fin y propósito hacia donde se dirige y encamina.
Yo he reconocido de órden de V. E. todos los fuertes y fortines actuales, y los sitios donde se ha solicitado y solicita adelantarlos, y aun otros mas al S, y debiendo exponer mi dictámen, lo haré sin preocupaciones ni respetos.
Conoció a la dama que os he dicho, y aunque ella no le diese causa ni razón alguna para que a su honra se atreviese solicitándola, que el que solicita a una mujer casada, por serlo, la desprecia, que si no la creyera capaz de una vileza, no la solicitara; solicitola, y ella, que calzaba muy altos los puntos de la honra, indignose, y por no afligir e indignar al viejo marido, que a más de ser únicamente hombre de leyes, no estaba en edad de mantener espada en la mano contra mozos, y aun mozos bravucones, no queriendo dejar sin castigo aquel de todo punto sin disculpa atrevimiento, confiose a un alguacil de los más agrios de la cámara de su esposo, hombre de puños y de alientos, y díjole: Cedacillo, tan leal eres a tu amo y a mí, que hacerte quiero una confianza, esperando que harás lo que te cumple, en agradecimiento a lo que a tu señor y a mi nos debes, y es que si te atreves des una apretada vuelta, como tuya, a cierto bravo mancebo, alférez de los alabarderos del virey, que se llama Gaspar de Valcárcel, y que cuando le apretares los puños, le digas: «Ahí va eso de parte de mi señora.»
Palabra del Dia
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