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Actualizado: 25 de junio de 2025


Sin embargo, ser del Club del Progreso, aun allá por el año 70, era chic, como era cursi ser del Club del Plata, con perdón previo de sus socios.

Ya no fueron solamente los redactores del Faro y los tertulios del Saloncillo quienes se entregaban a este noble ejercicio amaestrados por M. Lemaire. También los socios del Camarote, comprendiendo a la postre la importancia de este arte, establecieron, en un almacén contiguo, sala de armas.

Don Rosendo pretendía esparcirlo profusamente por la provincia, enviarlo a todas las de España, y hasta darlo a conocer en las naciones extranjeras. Tanto aquél como sus socios asistieron con interés al acto de funcionar la máquina.

Pasaba las noches en la «sala del crimen», como llamaban a la pieza del juego, y rara vez conseguía ganar. Su mala suerte era motivo de vanidad para el club. Anoche llevó paliza el Gallardo decían los socios . Lo menos perdió once mil pesetas.

Los cocodrilos tienen las mismas carreras de dientes que los caimanes. Don Lorenzo sostuvo con brío su aserto. Le ayudó en la defensa don Rudesindo. Maza le atacó con no menos fuego, apoyado por Delaunay. Pronto entraron en liza otros cuantos socios generalizándose el combate, que fué haciéndose cada vez más vivo. Las voces eran horrendas.

Marchaban los soldados a la conquista sin paga alguna. Eran socios industriales con una participación variable, según si iban a pie o mantenían caballo, si poseían arcabuz o disponían únicamente de espada y rodela.

Además, en las listas de socios para los bailes de campo no figuraba sino lo escogido de la juventud del pueblo, según el criterio de la comisión; de manera, que verse llamado por ella en lances semejantes, era la declaración solemne y oficial, no solamente de que salía uno de la categoría de chiquillo y entraba en la de mozo, sino en la de mozo distinguido, activo y útil.

Sirvieron el café mientras que varios socios salían ya del comedor y la intimidad del lugar se hacía mus grande. Frecourt aventuró un codo sobre la mesa y prosiguió: Si Juana hubiera sabido vivir, hubiera llegado á hacer fortuna. Tuvo un hotel en la calle de la Faisanderie y un tren suntuoso. De entonces datan sus relaciones con Woreseff y también su pasión por Sabina Leduc. ¡Anda con Dios!

En la sala contigua al gabinete viejo estaban los socios de costumbre, los que no jugaban a nada y los seis que jugaban al ajedrez. Estos habían colocado el respectivo tablero junto a un balcón, para tener más luz. En el fondo de la sala parecía que iba a anochecer.

Para corresponder á este esfuerzo, los demás socios se comprometieron á serlo, por lo menos, de cuatro bailes en cada temporada, lográndose de este modo que en la primera se diesen seis, de los cuales el menos favorecido se acabó á las once, porque había empezado á las ocho, por aquello de que estaba á la puerta de casa.

Palabra del Dia

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