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Actualizado: 11 de junio de 2025
Habían minado con todos los explosivos sobrantes de la guerra el Casino, la plaza, la ciudad. Yo subí, aturdido, hasta las nubes, pero pude ver cómo desaparecía Monte-Carlo y hasta el peñón de Mónaco, ocupando el mar, con una ola gigantesca, el sitio de las tierras desaparecidas. Y cuando volví a caer... Despertó usted dijo Novoa.
Rara vez buscaban su comida en el campo; se alimentaban con los garbanzos sobrantes de los cocidos de Madrid; rumiaban en sus pesebres lo que el día anterior había pasado por las cocinas de la población, y este alimento de animal civilizado parecía avivar su inteligencia. Jamás habían sentido el fresco contacto de la tijera ni el benéfico roce de la almohaza.
Sin contar el buen negocio que puede hacerse con la venta de las especias sobrantes. Os ruego, señor capitán, que cuando volváis á bordo mandéis á los marineros que echen un cubo de agua sobre cuantos soldados de mi mando estén todavía calamocanos.
Falta esto... y lo otro. Que se vigile Grand-Fontaine y que se cambien los centinelas de ese lado cada media hora. Que se ponga el aguardiente junto al fuego. Esperad que llegue Divès, que trae municiones; que se distribuyan los cartuchos sobrantes y que todo el que tenga más de veinte entregue el resto a sus compañeros. Y así durante toda la noche.
Todos sabemos que en los cuatrocientos años que hace ya que poseemos á Cuba, sólo durante quince ó veinte ha habido sobrantes en las Cajas de Ultramar. En los otros trescientos ochenta y tantos años, Cuba no nos ha valido sino gastos, sacrificios y desazones. ¿Pues entonces dirá el Sr. Clarence King por qué España no abandona á Cuba?
ROPA VIEJA DE AVES. Se echa en una cazuela manteca, sal, pimienta, perejil y setas; se dora todo, agregando harina y se mezcla con ese picadillo el que se habrá hecho con trozos de ave sobrantes, mezclando también un vaso de buen vino blanco; se pone en un molde al horno, y se sirve con rebanadas de pan frito.
Aún rebuscaba en su falda las migajas sobrantes para aprovecharlas, cuando se oyeron crujidos de catre, carraspeos, los ruidos característicos del despertar de una persona, y una voz entre quejumbrosa y despótica llamó desde la alcoba cercana al portal: ¡Amparo! Se levantó la niña y acudió al llamamiento, resonando de allí a poco rato su hablar.
No; yo creo más bien que sería una comercianta que expendía los géneros más baratos, y de este modo se captó la admiración del pueblo, que después de su muerte la erigió en divinidad. ¿No ve usted la cajita que tiene en la mano derecha? Parece un azucarero. Es un jarro; repárelo usted bien. Puede que tuviera una gran lechería y diese los sobrantes de la leche a los pobres.
No lo había visto todavía, pero podía jurarse por lo que la «resquemaba», aunque no la impedía los movimientos, gracias a Dios. Venían provistas de labor para hacer más entretenidas las horas sobrantes alrededor del brasero. Mi tío las recibió con cuatro cuchufletas y algunos lamentos. Aunque vivo todavía, se daba por muerto ya.
Desde que la Marquesa de Montálvez era juiciosa y administraba sus caudales por sí misma, tenía un regaladísimo placer en encerrarse en su despacho, hojear sus libros de cuentas, tomar notas, calcular gastos e ingresos, apuntar cantidades en dos columnas, sumarlas, restar una suma de otra, y ver al fin que, sin privarse de nada de lo necesario, le resultaban sobrantes para imprevistos, después de destinar un buen puñado para amortizar censos procedentes de su mala vida pasada. «Es preciso verme, pensaba algunas veces la marquesa riéndose de sí propia, aquí, y en el oratorio rezando con mi hija, para creerlo. ¡Vaya si he dado vuelta y soy mujer arregladita y hacendosa! ¡Si hasta me creo capaz de llegar a ser mística y avara!
Palabra del Dia
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