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Actualizado: 21 de mayo de 2025


Y cuando menos lo pensaba se encontró de nuevo frente á la severa y heráldica casa de Moscoso. Acababa de oscurecer y empezaban á encender los faroles. Discurría alguna gente, no mucha, por aquella calle apartada del centro.

Es Antonio Pérez sin género de duda; es, en conjunto, el privado de Felipe II, tal cual debe de estar en la historia universal: no es todavía el de la historia de España, más severa en el juicio, más obligada á discernir los motivos en que lo sustente.

Traté de tomar un tono de broma, pero me sentía, torpe, intimidada y mis carrillos ardían. Máximo me miraba con una expresión severa que me daba mucha pena y que poco a poco fue tomando un tinte de tristeza. ¿Secretos, Elena? ¿Por qué no? Y, dando un golpe de ciego, añadí: ¿No tiene usted ninguno para , Máximo? Sin responderme, dio media vuelta.

El torrente se precipita de lo alto de la montaña por una abra estrecha, semejante á un enorme chorro que se lanzase de una azotea por entre balcones de piedra cuajados de guirnaldas y cubiertos con flotantes cortinajes de severa verdura.

Había estado en Milán, con el objeto de ver su casa natal, una casa alta y severa como una torre, situada en una calle lejana y silenciosa, enfrente de una pequeña iglesia embellecida por muchísimas flores.

El contraste entre la abundancia de los metales preciosos en América, y su escasez, tan comun en aquel tiempo en Europa, y mas especialmente en España, explica esta sed inextinguible de oro en los que marchaban bajo los pendones de Cortes y Pizarro. La disciplina militar no era entonces tan severa que enfrenase la licencia del soldado, y escarmentase la prevaricacion de los gefes.

Tendrá todo eso y mucho más; yo nunca se lo he negado; pero ella se está bien en su casa y mi Bartolo en la suya. Nada se deben y por lo tanto nada tienen que pagarse. ¡Ya lo pienso yo que nada se deben! exclamó desde un rincón la severa Pacha. Mi hermana no debe nada á nadie; y si tratara de buscar mozo, mejor que ése encontraría.

A los dieciséis años era más que su derecho, era su deber, caballero. Sin duda, pero la gracia puede aliarse con la seriedad. Hasta los quince años se es una niña, de quince a treinta una joven. Y hasta una solterona... Es usted severa, señorita. Mi tío, que apenas se considera como un soltero maduro... Anda, sobrino, no te quedes corto. Dispensa...

¿Y Pecado? En el taller... Dios le tenga allá...». Aquel día, aunque era festivo, el soguero tenía trabajo hasta las doce. No había querido ir Mariano; pero su severa tía le cogió por una oreja, y... ¡Valiente holgazán! «¿Y Pecado? volvió a preguntar el Majito. Te digo que está en el trabajo... No te montes sobre la tinaja. Si me la rompes, vas a ver. ¡Eh, eh!

»Y el hijo, el hermoso hijo que el amor de Amparo te había dado, privado de la ternura de su madre, murió también... »Y enloqueciste. »Y como Caín el maldito, fuiste separado de tus hermanosSi esto ha sido verdad... ¡Oh Dios mío! tu justicia ha sido severa; severa e implacable.

Palabra del Dia

hociquea

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