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Actualizado: 2 de junio de 2025
¡Impenitencia final! Elena al Padre Jalavieux. Tiene usted mucha razón, mi buen señor cura, y su sermón ha venido muy a propósito para poner un poco de aplomo en mi cabeza y un poco de prudencia en mi corazón.
Cierto caballero influyente en la comisión de gobierno interior del Senado, que había menester una plaza vacante para uno de sus protegidos, supo que Pepe era hermano del clérigo autor del sermón censurado por la prensa y, sin otro motivo, logró que le dejaran cesante.
Como si lo viera. ¡Y me harás creer tú a mí que no piensas en él!... Cuando una está encerrada entre tanta cosa de religión, misa va y misa viene, sermón por arriba y sermón por abajo, mirando siempre a la custodia, respirando tufo de monjas, vengan luces y tira de incensario, paice que le salen a una de entre sí todas las cosas malas o buenas que ha pasado en el mundo, como las hormigas salen del agujero cuando se pone el Sol, y la religión lo que hace es refrescarle a una la entendedera y ponerle el corazón más tierno.
Clara contestó sin duda que sí con un movimiento de cabeza. El sermón de la devota dejó un eco en la sala. Señoras: para concluir, me permitiré una observación dijo don Gil. Yo no veo un escándalo en que la señora doña Clarita salga en la procesión de las vírgenes.
Hasta ahora, Sajió ha sido un pueblo dominado por la teocracia; mucha novena, mucho sermón, mucho rosario, y no pensaj para nada en el fomento de sus intereses, ni en aprender nada útil. Es necesario salij cuanto más antes de esta situación, ¿eh? Es necesario sacudij el yugo teocrático. Un pueblo dominado por los curas, es siempre un pueblo atrasado... y sucio.
Iba á replicar; pero la llevé hácia adelante con el brazo, y esto la persuadió mucho más que si la hubiera predicado un sermon. No sé el por qué, mas tengo por cosa evidente que á las mujeres las convence más un ademan que veinte palabras.
Después recayó de nuevo la conversación sobre el sermón de aquel día, sobre el desenfrenado lujo de las mujeres y sobre las elegancias de Juanita la Larga. En este punto, el maestro de escuela impugnó igualmente el sermón y defendió con más calor, ahínco y acierto a Juanita. Es decía una muchacha discreta, honrada y trabajadora.
El portugués se llamaba o siñor Vasco de Meneses, caballero de la cartilla, digo de Christus. Traía su capa de luto, botas, cuello pequeño y mostachos grandes. Ardía por doña Berenguela de Robledo, que así se llamaba. Enamorábala sentándose a conversación y suspirando más que beata en sermón de Cuaresma.
Imposible. Esto sería lo peor que se me pudiera ocurrir. Esto sería un sermón inaguantable. Hablemos, pues, de la Primavera, aunque sea sin orden. ¡Ojalá tuviese yo a mano al Pegaso o al Hipogrifo, para imitar a Perseo o a Astolfo, montar en él, y correr a rienda suelta a donde y por donde el monstruo quisiera llevarme!
Pasó tiempo, mucho tiempo, durante el cual Rosalía oyó medio sermón patético, aflautado, un guisote de lugares comunes con salsa de gestos de teatro; oyó cantorrios más o menos gangosos, y por último se hizo tan tarde, pero tan tarde, que desesperando ver el fin de la dilatada función, tuvo que marcharse sin hablar con Milagros.
Palabra del Dia
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