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Actualizado: 2 de mayo de 2025
Lo que yo quisiera es que estuvieses dormido ya contestó Dolores. ¡Mentira! ¡Cómo habías tú de querer guardarte en el buche el sermón sin paño, que me tengo que zampar yo, entre duerme y vela, si he de dormir en cama! ¡Fácil era! ¿Y no sabes tú taparle la boca? le dijo riendo su cuñado.
Conocedor Nicolás de la tremenda noticia, le faltó tiempo para pegar la hebra de su soporífero sermón, sólo interrumpido cuando Papitos trajo la ensalada.
Bastante más tarde, con previas toses y resonar de pies, entró Antoñona en el despacho diciendo: ¡Vaya una plática larga! Este sermón que ha predicado el colegial no ha sido el de las siete palabras, sino que ha estado a punto de ser el de las cuarenta horas. Tiempo es ya de que te vayas, don Luis. Son cerca de las dos de la mañana. Bien está dijo Pepita , se irá al momento.
Llegaba un día clásico. Era necesario un sermón. Seis meses antes empezaba una lucha sorda en el convento. Cada madre quería que su confesor fuese el encargado de la oración sagrada. Y como había muchas madres y muchos confesores, de aquí la lucha. Cada confesor influía sobre su monja.
Padre, padre dijo D. Carlos respirando fuerte, porque estaba abrumado bajo el insoportable peso del sermón , eso no puede ser. Hay roturas que no pueden soldarse nunca, nunca, ni en el cielo. Suponga usted que yo me retiro a un desierto, hago penitencia, me santifico, muero, me salvo y entro en el reino de Dios como bienaventurado, más aún, como santo.
¡Pero ese hombre!... De ese hombre... nada. La voz de doña Petronila se había oído cuando el Magistral avisó que llegaba. Hablaba desde lejos la señora de Rianzares, que decía: Allá va, allá va el señor Magistral, está en mi gabinete solo, repasando su sermón sin duda....
Realmente, mi querido señor, tenemos que esmerarnos y hacer todo lo posible para que estéis fuerte y vigoroso el día del sermón de la elección. El público espera grandes cosas de vos, temiendo que al llegar otro año ya su pastor haya partido. Sí, á otro mundo, replicó el ministro con piadosa resignación.
Si bastase creer una doctrina superior para adquirir una capacidad intelectual y moral superior, no habría explicación posible para los 1.800 años de barbarie cristiana que han corrido paralelamente al sermón de la Montaña. "Detrás de la cruz está el diablo", dice el proverbio; debajo del cielo está el infierno.
Terminó el sermón, y siguióse luego, y terminó también aquel canto suavísimo, patético grito del pecador arrepentido: ¡Perdón, oh Dios mío!
Los ministros del altar se detenían en medio de la calle para dirigirla palabras de exhortación, que atraían una multitud implacable alrededor de la pobre pecadora. Si entraba en la iglesia los domingos, confiada en la misericordia del Padre Universal, era con frecuencia, por su mala suerte, para verse convertida en el tema del sermón.
Palabra del Dia
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