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Actualizado: 4 de mayo de 2025
Tenía su semblante expresión seráfica; sus modales eran suaves y más parecía un iluminado antiguo, cuya demencia se elaboraba en la soledad claustral, que el insensato de estos tiempos, educado para el manicomio en los febriles apetitos de la sociedad presente. «Tú también discurres le dijo con dulzura . Lo sé, tú piensas, porque sientes; tú me comprendes, porque amas.
Este Belarmino había sido republicano frenético y orador demagógico. Después de su ruina, se apaciguó del todo. Cuando yo iba por su cuchitril, estaba siempre con expresión seráfica, como si soñase. No le sacaca de su placidez bendita ni su mujer, que era un basilisco. Decíase en la ciudad que los Padres dominicos le habían socaliñado y convertido. Socaliñado, quizá. Convertido, quia.
«Hallándonos con este superior decreto que con la mayor veneración y rendimiento obedecemos; y siendo de nuestra obligación el poner todo nuestro desvelo y cuidado en el servicio de Nuestro Rey y Señor natural, aunque sea á costa de nuestras vidas, manifestando el debido vasallaje y lealtad de agradecidos hijos y afortunados vasallos de un Rey y Señor, de cuya soberana mano viven tan reconocidas y obligadas, nuestra seráfica religión y apostólica provincia de San Gregorio.
Bonis, sudando gotas como puños, frotaba, frotaba incansable, con una sonrisa poco menos que seráfica clavada en el apacible rostro: sus ojos, azules y claros, muy abiertos, sonreían también a dulces imágenes y a deleitosos recuerdos. En vano Emma refunfuñaba, se quejaba, le increpaba y con palabras crueles le ofendía; no la oía siquiera; cumplía su deber y andando.
Los síntomas de defunción se ven por todas partes. ¿Dónde está la fe que arrastraba a la muchedumbre belicosa de cruzados? ¿Dónde el fervor que levantaba catedrales con seráfica paciencia durante doscientos años para albergar una hostia bajo una montaña de piedra? ¿Quién se azota hoy y martiriza su carne y vive en el desierto, pensando a todas horas en la muerte y el infierno...? En España, tres siglos de intolerancia, de excesiva presión clerical, han hecho de nuestra nación la más indiferente en materias religiosas.
Despegadas las alas; suelta y flotante la leve vestidura, que la caricia de la luz en el bronce damasquinaba de oro; erguida la amplia frente; entreabiertos los labios por una serena sonrisa, todo en la actitud de Ariel acusaba admirablemente el gracioso arranque del vuelo; y con inspiración dichosa, el arte que había dado firmeza escultural a su imagen, había acertado a conservar en ella, al mismo tiempo, la apariencia seráfica y la levedad ideal.
Palabra del Dia
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