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Actualizado: 10 de junio de 2025
Uno de aquellos pisaverdes contaba noches atrás en el Casino, coreado por las carcajadas de sus amigos, cómo en el momento crítico de estar espetando una sentida declaración de amor á la gentil aldeanita, ésta se bajó repentinamente para llevar la mano á un pie exclamando: «¡Dios mío, qué daño me está haciendo este zapato!» No importa.
Aun recuerdo aquella noche cuyos minutos tengo todavía presentes uno a uno, como si el tiempo no hubiera transcurrido desde entonces, que pasé arrancando al sensible corazón de mi amigo, los detalles todos de aquella muerte, más sentida por haber ocurrido tan inesperadamente.
Me agradaría eso tanto más insistió Delaberge por cuanto he de hablar con él de ese asunto de los bosques... Se volvió hacia Miguelina y con voz en que vibraba una sentida súplica añadió: Tranquilícese, señora Princetot, no molestaré mucho tiempo a su hijo... ¡No me niegue el placer de hacer el camino en su compañía durante los últimos momentos que he de pasar en Val-Clavin!...
Por eso la impresión sentida no se ha borrado nunca de mi alma.
Hé aquí los límites de estas cosas. Vemos un objeto: tenemos la sensacion, y la intuicion de la extension. El espacio percibido ó sentido, es en este caso la extension misma sentida. Imaginamos muchos objetos extensos, y una capacidad en que todo está contenido.
Su hermana y yo hemos recibido su último suspiro: hasta este momento ha conservado clara su poderosa inteligencia. Su muerte ha sido muy sentida en toda la comarca; era un hombre de talento e ilustración superiores; poseía conocimientos casi universales; su conversación era prodigiosamente interesante y vasta; durante toda su vida fue, puede decirse, el rey de la familia y de esta provincia.
El tomó un bodigo de aquellos, el que mejor le pareció, y dándome mi llave, se fue muy contento, dejándome más a mí. Mas no toqué en nada por el presente, porque no fuese la falta sentida, y aun porque me vi de tanto bien señor parescióme que la hambre no se me osaba allegar. Vino el mísero de mi amo, y quiso Dios no miró en la oblada que el ángel había llevado.
Aunque no cuadraba a la dignidad aristocrática de aquella mujer ni mostrar angustia y terror en el semblante, ni pedir socorro a gritos, Morsamor, a la vez que sintió en el alma una jamás sentida y amorosa admiración y un irresistible impulso que hacia aquella mujer le llevaba, sintió también o más bien comprendió, como si un genio o espíritu invisible le hablase al oído, que aquella mujer se hallaba en el peligro más espantoso, y que él debía a toda costa libertarla y salvarla.
En esto, despertó Sancho, y, sintiendo aquel bulto casi encima de sí, pensó que tenía la pesadilla, y comenzó a dar puñadas a una y otra parte, y entre otras alcanzó con no sé cuántas a Maritornes, la cual, sentida del dolor, echando a rodar la honestidad, dio el retorno a Sancho con tantas que, a su despecho, le quitó el sueño; el cual, viéndose tratar de aquella manera y sin saber de quién, alzándose como pudo, se abrazó con Maritornes, y comenzaron entre los dos la más reñida y graciosa escaramuza del mundo.
Casada con un truhán, con un libertino, pero joven y con el prestigio propio de un hombre, yo la habría comprendido; pero venderse a un viejo valetudinario, a un hombre sin talento, sin espíritu, sin fuerzas... ¡cómo justificarla! ¡cómo creerla digna de ser sentida y amada!
Palabra del Dia
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