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Actualizado: 10 de junio de 2025
Pretendí formar una idea exacta acerca del sentimiento que me inspiraba: al recordar su mirada, opaca, llena de una vida ardiente, su sonrisa triste, amarga en medio de su resignación, sus encantos uno por uno, y después el magnífico conjunto de aquellos detalles admirables: el no sé qué misterioso, vago, indefinible que emanaba de sus miradas, de su sonrisa, de su acento, de su actitud, de todo su ser, de su alma exhalada siempre en una manifestación sentida, dulce, extremadamente simpática, mi corazón me decía inflamado de un ardor desconocido para mí: Necesito que sea mía, enteramente mía.
Entonces Clara, temerosa de que Luscinda no la oyese, abrazando estrechamente a Dorotea, puso su boca tan junto del oído de Dorotea, que seguramente podía hablar sin ser de otro sentida, y así le dijo: -Este que canta, señora mía, es un hijo de un caballero natural del reino de Aragón, señor de dos lugares, el cual vivía frontero de la casa de mi padre en la Corte; y, aunque mi padre tenía las ventanas de su casa con lienzos en el invierno y celosías en el verano, yo no sé lo que fue, ni lo que no, que este caballero, que andaba al estudio, me vio, ni sé si en la iglesia o en otra parte.
La hueste de Morsamor buscó la mayor obscuridad, bajo las copas de algunos corpulentos árboles, para recatarse de los que pudieran estar vigilando y no ser vista ni sentida hasta que a una señal, que aguardaba con impaciencia, pudiese caer sobre los enemigos descuidados. No llevaba la hueste de Morsamor armas de fuego, poco usadas y nada portátiles todavía.
No ocultaba su dolor por esto, y aquel día se lo expresó a su tocayo con sentida ingenuidad: «Es una gaita esto de no saber escribir... ¡Hostia!, si yo supiera... Créalo: ese es el por qué de la tirria que me tiene Pi». Don José no le contestó. Estaba doblado por la cintura, porque el digerir las dos enormes chuletas que se había atizado, no se presentaba como un problema de fácil solución.
Mas por no ser sentida no deja de ser conocida: y esto me lleva á otras consideraciones, que saliendo del órden fenomenal, y entrando en el trascendental, dan lugar á cuestiones sumamente graves, sumamente difíciles, insolubles hasta ahora, y que es de temer lo sean tambien en adelante. Considerada en su naturaleza propia, ¿qué es?
Respeté, con gran dolor de mi alma, los deseos de la joven. Seguro de la sinceridad de sus palabras, oculté mi pena y busqué consuelo en el trabajo. Luego que Angelina supo el fallecimiento de mi tía, nos escribió una carta muy sentida. El P. Herrera vino a Villaverde pocos meses después, le hospedamos en nuestra casa, y estuvo con nosotros varios días.
Entorné los ojos, deslumbrado por el incendio general del árbol de fuego, y a través de la mancha rojiza que percibían mis lastimadas pupilas, me pareció ver el rostro de Angelina pálida y llorosa. Diga usted, Gabriela... dije muy quedito.... ¡Me ha escrito! ¡Me ha escrito! Una carta muy tierna, ¡una carta muy sentida! ¿Quién? Ernesto. ¿Sí? ¿Le sorprende a usted? No... pero no lo esperaba.
Palabra del Dia
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