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Luego que vieron los rosales y que el conde le hizo elegir algunos para mandárselos al día siguiente, tornaron por senderos distintos hacia la puerta de entrada. ¿Usted está seguro de que yo he venido únicamente a ver estos rosales? dijo Amalia parándose súbito y mirándole con fijeza.

Entonces Poldy salió de su retraimiento casero y se lanzó con más frecuencia y por más largo tiempo que nunca a sus excursiones y meditabundos paseos por los sitios más solitarios de aquellas cercanías. No poco gustaba ella de ir por intrincados senderos, por donde había más flores, por donde era más tupida y frondosa la enramada.

La frente arrugada, los ojos serios, volvió a pasar el puente y marchó por el monte a paso más vivo. Los árboles se hicieron cada vez más raros y más bajos, la maleza obstruía los senderos. En algunos sitios libres crecían el tomillo y el romero. Acometida de un fuerte enternecimiento al recuerdo de su marido arrancó algunos puñados y se los llevó a la nariz con los ojos mojados de lágrimas.

Comprendió el Magistral por qué torcidos senderos conocía el ex-regente las ligas de su mujer. También Quintanar tenía, además de vergüenza, celos. No podía saber De Pas hasta qué punto había llegado la debilidad de don Víctor, que se decía a mismo: «Probablemente este clérigo, malicioso como todos, estará sospechando... lo que no ha habido».

Ella también quería trabajar mucho, para que nunca les quitasen el pedazo de tierra en cuyos senderos aún creía ver el zagalejo remendado de aquella vieja hortelana a la que llamaba madre cuando sentía la caricia de sus manos callosas.

Ella que tenía campo vastísimo en que ejercer su espíritu crítico. Manos a la obra. No debe haber secretos entre los esposos. Esta es la primera ley que promulga la curiosidad antes de ponerse a oficiar de inquisidora. Iban por las alamedas de chopos que hay en Burgos, rectas e inacabables, como senderos de pesadilla.

Por lo tanto, es un bien para esta pobre mujer pecadora tener á su cargo un alma infantil, un sér capaz de eterna dicha ó de eterna pena, un sér que sea educado por ella en los senderos de la justicia, que á cada instante le recuerde su caída, pero que al mismo tiempo le haga tener presente, como si fuera una sagrada promesa del Creador, que si la madre educa á la niña para el cielo, la niña llevará también allí á su madre.

Mi modo de vivir me conduce muy rara vez a sus vastos hogares, para sentarme alli al rededor del fuego con sus vasallos; pero los senderos que se dirigen a dichos castillos me son muy conocidos desde mi infancia. ?Cual es el que os pertenece? Poco te importa. iY bien! perdonadme mis preguntas; pero dignaos estar mas alegre.

Estaba apartada la aldea como media legua. El camino era vario y pintoresco: callejas estrechas con altos setos de zarzal, trozos de bosque, vereditas entre maizales y senderos al través de los prados. A la entrada de una garganta, sobre una vega de maíz y teniendo detrás algunas praderas deliciosas, estaba asentado el principal caserío de la parroquia.

Cuando la tuvo hecha bajó cautelosamente hasta la puerta del jardín y salió de casa. Atravesó el parque, atravesó el bosque y en pocos minutos se encontró a campo raso. Emprendió por los senderos el camino de Zarzalejo para montar allí en el primer tren que le alejase de Madrid. Cuando hubo caminado algún tiempo se detuvo y volvió los ojos hacia su casa.