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Actualizado: 6 de junio de 2025
Fue peinadora, cosió para las tiendas y el corte, siendo desgraciada en todo, y por último se puso a lavandera. Pasó tiempo. La duquesita, esbelta y grácil, como un ángel de los que pintó Goya en San Antonio, se había convertido en una señorona de opulentas formas: Manuela, antes guapa, airosa y limpia, estaba fea, ordinaria, flaca, embastecida por el trabajo y desfigurada por las privaciones.
Petra callaba inmóvil, esperando servir a su dueño. Gozaba voluptuosa delicia viendo padecer al canónigo, pero quería más, quería continuar su obra, que la mandasen clavar en el alma de su ama, de la orgullosa señorona, todas aquellas agujas que acababa de hundir en las carnes del clérigo loco.
Cuando hubo terminado el relato de lo visto y oído por ella en la noche anterior, siguió diciendo: ¿Por qué esa señorona y Manos Duras hablaron de mi antigua patroncita?... ¿Qué tiene que ver con ellos mi paloma inocente?... Como yo soy una zonza, que no puede entender muchas cosas, me he dicho: «Voy á ver á don Robledo, el ingeniero, que lo sabe todo.
Una gran casa, señorita, sea dicho sin ofender á la suya. La plata corre como agua de acequia. Además, la patrona, una gringa bien, nació, según dicen, marquesa allá en su tierra. El italiano, que es un demonio para roerles la plata á los trabajadores, en cuanto se trata de esta señorona parece medio zonzo, y se cuida de que no la falte nada. Anoche hubo reunión con música.
Esa señorona también es hermosa, principalmente cuando acaba de peinarse y se ha puesto en la cara tantas cosas que huelen bien, traidas de la capital. Pero comparada con usted... ¡qué esperanza!... A mi niña casi la he visto yo nacer, y la marquesa no debe acordarse ya de cuándo vino al mundo.
La multitud se mostraba sorda; quería que fuese todo propiedad de la «señorona», para de esta manera satisfacer su cólera sin escrúpulos. Y continuaba dando gritos, en los que se repetía la palabra infamante. De pronto, Robledo, que braceaba sobre su caballo dando órdenes inútiles, consiguió hacerse oir. Los asaltantes parecían cansados.
Se había propuesto ó ser una señorona principal ó quedarse para vestir imágenes, y, sirviéndole esto de pauta, ajustaba á ella todos los actos de su vida. Aunque el tío Gorico había contraído segundas nupcias, y Nicolasa tuvo madrastra en vez de madre casi desde la infancia, lejos de contribuir esto á que se criase con menos mimo, había ocasionado lo contrario.
¡Pepe! ¡Pepe! gritó María , ¡villano! ¡La perfidia después de la insolencia! Aquella dijo Pepe Vera no hace más que lo que yo quiero. Tú eres demasiado señorona para mí. Conque... si quieres que hagamos buenas migas, se han de hacer las cosas a mi modo. Para mandar tú y no obedecer, ahí tienes a tus duques, a tus embajadores, a tus desaboridas y achacosas excelencias.
Para más adelante se reservaba la astuta moza el derecho de vender a don Álvaro y ayudar a su señor, al que pagaba, al que había de hacerla a ella señorona, a don Fermín. ¿Cuándo había de ser esto? Ello diría.
Mi Remedios sólo es una muchacha de pueblo y el diputado querrá una señorona de Madrid. Rafael hacía tiempo que conocía el designio de su madre. El no quería a aquella gente. El padre, a pesar de pegajosa afición a ofrecerle planes, le era simpático por el respeto que mostraba hacia su familia.
Palabra del Dia
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