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Ha, dixo el Saturnino, cogida tengo la naturaleza "con las manos en la masa." Engañábanle empero las apariencias, y así sucede muy freqüentemente, quando uno usa y quando no usa microscopios. De lo que les aconteció con unos hombres.

Casi todos los días salía a luz una gacetilla que se titulaba, por ejemplo: ¡Esas palomas! o ¡Fuego en ellas! y en una ocasión el mismísimo don Saturnino Bermúdez escribió su gacetilla correspondiente que se llamaba a secas: Meretrices, y acababa diciendo: «de la impúdica scortum».

Ella hubiera preferido a Mesía, que estaba en las mismas condiciones y era mucho más antiguo. ¡Pero Álvaro estaba hecho un salvaje! La trataba como don Saturnino, antes de atreverse; con la finura del mundo y la miraba con la indiferencia fría y honrada con que la miraba el señor Obispo. Estaba segura de que ni al Obispo ni a Mesía les sugería su presencia jamás un deseo carnal.

Pues tu rival es don Saturnino Bermúdez, el descendiente de cien reyes, ya sabes, mi primo, según él.... Ayer creo que hubo un escándalo en la catedral, que el Palomo tuvo que echarlos poco menos que a escobazos: ¿qué creías , que Obdulia sólo tenía citas en las carboneras? Pues también en los palacios y en los templos... Pauperum tabernas, regumque turres.

Gran parte de estos recuerdos, honrosos para su memoria, se hubieran borrado sin el laudable empeño del señor canónigo doctor don Saturnino Segurola de acopiar en su biblioteca el fruto de tantos trabajos, y de franquearla generosamente a los que quieren aprovecharla. Buenos Aires, noviembre de 1836.

Vuestro globo es chico, y tambien lo son sus moradores; teneis pocas sensaciones, y goza vuestra materia de pocas propiedades: todo eso es disposicion de la Providencia. ¿De qué color es vuestro sol bien exâminado? Blanquecino muy ceniciento, dixo el Saturnino, y quando dividimos uno de sus rayos, hallamos que tiene siete colores.

Se acerca San Saturnino dijo golpeando ligeramente su pipa sobre la mesa para hacer salir toda la ceniza , se acerca San Saturnino, y hará veinte años que El Gavilán aquí llevó una mano a su gorra de lana de cuadros azules y rojos , que nuestro pobre brick fondeó por última vez en la bahía de Pempoul al mando del difunto señor Kernok. Y suspiró sacudiendo la cabeza.

En el paseo de la noche, que viene a ser subrepticio, a lo menos así lo llama don Saturnino, hay además el atractivo que le presta la fantasía. Se ve lo que no hay. Cada cual, según su imaginación, atribuye a los que pasan la figura que quiere. Parecen otras las chicas dicen los pollos. Los vetustenses gozan la ilusión de creerse en otra parte sin salir de su pueblo.

Echáronse entónces á formar conjeturas el Saturnino y el Sirio; pero despues de muchos raciocinios no ménos ingeniosos que inciertos, fué forzoso volver á sentar hechos. ¿Quanto tiempo vivís? dixo el Sirio. Ha, muy poco, replicó el hombrecillo de Saturno. Lo mismo sucede en nuestro pais, dixo el Sirio, siempre nos estamos quejando de la cortedad de la vida.

Obdulia, en cuanto entraron los otros, le olvidó por completo. ¡Antes había olvidado a don Saturnino, que yacía en «el lecho del dolor» con sendos parches de sebo en las sienes, entregado al placer de rumiar los dulces recuerdos de aquella tarde arqueológica!