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Actualizado: 12 de mayo de 2025


Arnoldo Le Poer lanza en la Irlanda de 1327 este terrible insulto al caballero Mauricio de Desmond: «Sois un rimadorPor lo cual se empuñan las espadas y se traba una riña, que es el prólogo de guerra sangrienta.

Vén: la cena preparada está ya; la blanda almohada al reposo te convida; pero ¡ay de desdichada, en penas siempre anegada! ¿por qué has tardado, mi vida? Y de nuevo le besó de amor trasportada, hambrienta; y cuando de él se apartó, cuando de improviso vió su vestidura sangrienta, desatentada exclamó: ¡Ay de ! ¡vienes herido! ¿Quién tu valor ha rendido? ¿qué terrible sangre es ésta?

Aquí, los numerosos parroquianos que llenaban la tienda de Flores se echaron a reír tan fuertemente, que el barbero se puso rojo de cólera. ¡Hijo de Satanás! murmuró mientras aplicaba su benéfico bálsamo sobre la herida sangrienta.

Iba ya el hidalgo a penetrar en sagrado, cuando se le interpuso el Inca Tupac-Amaru y lo tomó del cuello, diciéndole: ¡No vale la iglesia a tan pícaro como vos! ¡No vale la iglesia a un excomulgado por la Iglesia! Y volviendo el verdugo a apoderarse del sentenciado, dió pronto remate a su sangrienta misión.

Califica al Paratodos de galimatías de todas las cosas posibles, y añade que es menos un libro que un coche que corre de Alcalá á Madrid, en donde viajan apretados unos con otros gentes de toda edad y condición. Su censura es aún más sangrienta al hablar de las dos comedias suyas De un castigo dos venganzas y El segundo Séneca, y de su auto El polifemo.

"De la batalla sangrienta Presuroso sale Dario Habiendo para escaparse Del vencedor Alejandro..." Romance de Gabriel Lobo Laso de la Vega. Romancero de Durán, núm. 503. Alude Lope a dos ejemplos famosos de continencia, muy celebrados en el Renacimiento.

Creí que el conde se iba a detener allí; pero franqueó la fila de los curiosos, y sólo hizo alto a veinte o treinta varas de las fieras, que no lo parecían, a juzgar por su actitud tranquila; unos, acostados sobre los brazos, rumiando, con sosiego; otros, fijos sobre las cuatro patas, inmóviles, abstraídos quizá en alguna meditación sangrienta.

No necesitan urnas Ni estátuas levantadas, Porque las horas diurnas De estrellas coronadas Guardan el monumento, Que cubre el firmamento Del hemisferio austral. De la tierra sangrienta Se elevarán los muertos, Y con rayos inciertos La luna amarillenta, El esqueleto pálido Trémula alumbrará.

Hasta entonces no había ocurrido ninguna colisión sangrienta entre imperiales y andaluces.

Sucedió en consecuencia, que al oír aquella última y sangrienta réplica, la de Montauron se levantó vivamente de su asiento, y si hubiese podido disponer de los rayos celestes, habría sido muy verosímil que la señorita de Sardonne no hubiese podido repetir el cuento.

Palabra del Dia

hociquea

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