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Actualizado: 20 de julio de 2025
Se te figurará a ti insistió secamente Bermúdez ; pero yo sé que te hace daño... Tiene razón don Alejandro se permitió decir Leto como si tratara de congraciarse con él . Dentro estará usted mejor. Y pasaron los dos al saloncillo, donde se aburrían soberanamente los tres señores mayores. La tertulia se acabó poco después...
Media hora después hallábase Nieves en el saloncillo del nordeste, contemplando y admirando los dibujos hechos por Leto en el pinar, y confundiendo en sus mientes con esta admiración al talento de su amigo, el análisis minucioso del otro caso, del extraño caso del clavel, que ella había descubierto por una casualidad.
Les enseñaban una porción de términos y frases que no conocían, y se ponían al tanto, aunque fuese de un modo superficial, de ciertos problemas de la vida, enteramente cerrados para ellos... ¡Lástima que la afición al billar les impidiese escucharlas siempre! El estado de agitación y de cólera en que salió don Rosendo del Saloncillo, no puede ponderarse.
Le venían ganas atroces de gritar a los oradores: «¡Burros, pollinos!» como acostumbraba a hacer en el Saloncillo, o de fulminar contra ellos uno de esos sarcasmos feroces que levantan roncha. «Aquellas payasadas» le habían revuelto la bilis. No era milagro. Ya conocemos la gran virtud de segregación que el hígado del ex marino poseía.
Su táctica consistía en atacarlos donde más les dolía; esto es, en sus bienes inmuebles. Cuando en alguna calle había una o más casas de cualquier socio del Saloncillo y ninguna de sus amigos, hacía que el arquitecto municipal variase la rasante, dejándola más baja.
Atravesaron la multitud, entraron en el saloncillo y, una vez solos, dijo Mauricio, entregándole una carta: ¡Lea usted! Roussel recorrió vivamente la carta, frunció las cejas y volviendo á tomar toda su gravedad, dijo: ¿Dónde has encontrado esto? En ese cofrecillo. ¿Y quién te le ha entregado? La señorita Guichard; hace un instante. ¿Con la llave? Sí.
Sorege entró sin replicar, dichoso por haberlo logrado á pesar de su resistencia, y augurando bien de aquella primera ventaja. Se sentó en el saloncillo sin que nadie se lo indicara y Lea permaneció en pie, con los brazos cruzados y mirándole con aire preocupado. ¿De modo que te has pasado al enemigo? dijo Sorege en tono sardónico. ¿Qué te han prometido para que te vuelvas contra mí?
Siga usted dijo Fernando . Creo estar en Madrid en un estudio de pintor, en un saloncillo del Ateneo, en una tertulia de café... Esto me rejuvenece. Ríase, pero sepa que me da rabia la hipocresía de los «sacerdotes del ideal», que maldicen el dinero en público y luego corren tras él como un cobrador de Banco.
Y desde entonces los notables de Sarrió, no pusieron el pie en la calle de noche, como discretamente se lo habían propuesto. La tertulia del Saloncillo de última hora, la de la tienda de Graells, la de la Morana misma, quedaron abandonadas.
De pronto se sintió poseído de una comezón irresistible; recogió de una zarpada el funesto papel; y estrujándole con los dedos temblones, salió de su gabinete a todo andar en busca de Nieves que estaba en el saloncillo.
Palabra del Dia
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