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Dijo su parte discretamente, pero sin gran calor, se adivinaba que estaba poseída de miedo. Bajó el telón en silencio. Al instante poblose el saloncillo y los pasillos de amigos de Inocencio, que venían presurosos a decirle que la exposición de su drama era lindísima. ¿Pero qué tiene Clotilde?... Apenas se mueve en la escena... ¡ella tan viva y tan suelta!

»En aquel instante vi entrar a Pepe Guzmán en el saloncillo. Este rudo contraste acabó de desconcertar la máquina de mis nervios.

Esto duró hasta que los del Saloncillo adquirieron otro diccionario de galicismos. Entonces ambos periódicos comenzaron a hilar tan delgado en esta materia, que al fin concluyeron por olvidar el purismo y volver a su estilo libre, feliz e independiente. Además, la disputa se había ido exacerbando de tal suerte, que las ligaduras clásicas les embarazaban para insultarse.

Se equivocan como unas estúpidas exclamó una voz burlona y vibrante, la voz de Francisca, que entraba en este momento en el saloncillo. Y bien añadió, después de darnos un vigoroso apretón de manos, ¿hay indiscreción en preguntar a ustedes qué dicen esos imbéciles?... Y sin oír el grito ordinario de protesta que se nos escapó a pesar nuestro: «¡Oh! Franciscase instaló cómodamente en un sillón.

La doncella entró á reunirse con su señora y nosotros nos quedamos solos en el saloncillo. Pector y Raleigh se sentaron al lado de la chimenea, mientras yo, invenciblemente atraído por aquella puerta entreabierta, avanzaba á pasos ligeros, la cabeza inclinada, aprestando el oído y escuchando los más vagos rumores.

Lo mismo la tienda de Graells que la de la Morana y el Saloncillo, se transformaban al llegar la noche en verdaderos arsenales. Cada uno de los que iban llegando dejaba arrimadas a la pared sus armas y pertrechos de guerra. Al salir tornaban a empuñarlas con un valor impávido, digno de la sangre cántabra que casi todos llevaban en las venas.

A los del Saloncillo les iba muchísimo en ello. Verdad que se vieron defraudados, pues el nuevo alcalde no quiso de ningún modo poner al aire los cimientos de las casas de sus enemigos, como había hecho Maza, ni cometer otra porción de tropelías que le exigían.

Hasta que fatigado, sudoroso y a punto de caer a tierra con un derrame, le entregaba la escoba y recogía el bastón con borlas. Desahogado de este modo su noble pecho de la copia de ajos que le embargaba, emprendía de nuevo su camino y llegaba al Saloncillo en una felicísima disposición de cuerpo y espíritu.

En estas dudas mortificantes, salió de su cuarto y se dirigió poco a poco y refrenando mal sus impaciencias, al saloncillo donde suponía que estaría ya Nieves, y estaba, en efecto, haciendo labor, en su sitio de costumbre, junto a la puerta del balcón. Hora y media permaneció allí Bermúdez sin adelantar un paso en sus proyectos.

El hotel de los Freneuse aparecía silencioso y desolado, Jacobo no estaba allí ya, el criado se presentaba encorvado, tembloroso y triste, y él volvía á entrar como un extraño en aquella mansión antes abierta y risueña... Haga usted el favor, Giraud, de anunciar á las señoras mi venida; voy á esperar en el saloncillo donde...