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Mientras María participaba con el gran cantante de la desaforada ovación que le ofrecía un público, que de rodillas los veneraba humildemente, se representaba una escena de diferente carácter en la pobre choza de que ella saliera poco más de un año antes. Pedro Santaló yacía postrado en su lecho. Desde la separación de su hija no había levantado cabeza.

La confusión de Lázaro aumentó; pero antes que saliera de su estupor, Alfonso le tomó del brazo, le condujo á la escalera, y poco después estaban en la calle. Los otros dos jóvenes, nos son hasta ahora desconocidos, si bien es probable que les hayamos visto en el departamento bullicioso de la Fontana, precisamente en la noche fatal en que Lázaro fué arrojado del club.

Y sobre todo, con decirle á usted que para conseguir que Andresillo Corcho saliera por esas calles gritando, como usted vió muy bien el domingo, tuve que pagarle todas sus deudas, que eran ocho meses al casero, y qué yo cuántos piquillos sueltos á los amigos... Y luego no gana uno para sustos, don Elías.

Su mente se acaloraba ante la temerosa contingencia de que el almuerzo saliera mal. Pero si salía bien, ¡qué triunfo! El corazón le latía con fuerza, comunicando calor y fiebre a toda su persona, y hasta la pelota de algodón parecía recibir también su parte de vida, palpitando y permitiéndose doler. Por fin, todo estuvo a punto.

Señorita... le dijo el desconocido en tono grave, pero respetuoso. Y al ver que la tía aún permanecía allí, le hizo seña de que saliera. Esta obedeció acto continuo, porque precisamente tenía que dar órdenes para la comida. Señorita continuó el joven, está usted en su casa, y mi deseo es que se encuentre bien en ella y sea dichosa.

Lo mejor era envolver aquellos despojos sangrientos en un pañuelo y tirarlos en medio de la calle cuando saliera. ¿Y la sangre? Limpió la colcha como pudo, soplando el polvo. Después advirtió que su mano derecha y el puño de la camisa conservaban algunas señales, y se ocupó en borrarlas cuidadosamente. También la mano del almirez necesitó de un buen limpión. ¿Tendría algo en la ropa?

En otro tiempo lejano, muy lejano, esas mismas notas, suaves como el arrullo de la tórtola y prolongadas como el rumor del río, habían pasado muchas veces por la garganta de una niña cándida y alegre á quien todos besaban y llamaban de , trasformada después en ilustre dama. Cuando el canto hubo cesado, se levantó y empezó á caminar hacia el sitio de donde saliera.

Afuera, el viento silbaba con furia, haciendo retemblar puertas y ventanas. El capitán, después de tomar el café, pareció reanimarse; me miró con atención, esperó a que su hija saliera y me dijo rápidamente: Yo soy Juan de Aguirre, el marino, el hermano de su madre de usted, el que desapareció. ¡Usted es Juan de Aguirre! . ¿Mi tío? El mismo. ¡Y por qué no habérmelo dicho antes!

Lilí, sin imaginar siquiera en su sencillez de ángel el efecto que en su madre podían causar sus palabras, continuó diciendo: Me decía que fuese siempre muy buena y no saliera nunca del colegio y rezara mucho por él, y por usted y por mi papá; porque la ira de Dios iba a descargar sobre nuestra casa... Yo lloré mucho, mucho, y ofrecí entonces ser monja, y se lo dije a la madre Larín y al padre Cifuentes.

Aurelio, que estaba en el aposento de su amada, sin abandonar la escena, dice: «Este es palacio: acá sale Neron, nuestro Emperador, Que lo permite el autor Que desta industria se vale; Porque si acá no saliera, Fuera aquí la relación Tan mala y tan sin razón Que ninguno la entendiera