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Actualizado: 27 de junio de 2025
De pronto, la puerta se sacudió con estrépito, y oyose en el corredor una voz desesperada que comenzó a gritar: ¡A mí! ¡A mí! ¡Socorro! ¡Soy muerto! El canónigo saltó del asiento, descorrió el cerrojo y abrió. Era un lacayo. El infeliz, con el semblante blanco como el yeso, sin soltar de sus manos una silla de montar, cubierta de terciopelo azul, fue a arrojarse a los pies de su señor.
Sacudió su vestido para hacer desaparecer las arrugas de la lucha con la terrible chiquillería y se pasó un peine por los pelos alborotados. En el horizonte, una columna de nubes, blanca y luminosa, descendió del cielo hasta posarse en la tierra. Empezó á sonar un ruido de alas innumerables, acompañado por las voces de un coro inmenso, cuyos «¡hosanna!» repercutieron á través del espacio infinito.
Velázquez se lanzó de un salto sobre ella, la agarró por los brazos y la sacudió convulsivamente, mientras la joven, loca de furor, seguía escupiéndole á la cara más que diciéndole: ¡Sí, te llamo canalla!... Mátame ahora, cobarde... mata á una mujer... ¡Eso debes hacer, granuja!...
Allá lejos la gran mancha del Océano se obscurecía. Su azul brillante del mediodía habíase trocado en un gris triste, verdoso, con reflejos metálicos. El coro sacudió de pronto su melancolía. Una moza inició cierto pasacalle vivo y alegre. Las demás la siguieron, de buena voluntad como si despertasen de un sueño triste.
Pero como, según dice el refrán, no hay mal que dure cien años, el Rey, al cabo de un par de ellos, sacudió la melancolía, y se creyó tan venturoso o más venturoso que antes. La Reina se le aparecía en sueños, y le decía que estaba gozando de Dios, y la Princesita crecía y se desarrollaba que era un contento.
Nada de eso manifestó Cobo en tono ligero y alegre . Los amigos más reñidos son los mejores amigos. ¿Verdad, barbián? Al mismo tiempo tomó la cabeza de Ramoncito con ambas manos y se la sacudió cariñosamente. Este le rechazó de mal humor. Quita, quita, no seas sobón. Cobo y Maldonado eran íntimos amigos. Se conocían desde la infancia. Habían estado juntos en el colegio de San Antón.
Se empeñaría el relicario, pero Julî sacudió la cabeza. Una vecina propuso vender la casa y Tandang Selo aprobó la idea muy contento con volver al bosque á cortar otra vez leña como en los antiguos tiempos, pero Hma. Balî observó que aquello no podía ser por no estar el dueño presente.
Reflexionó un momento, pensó mis palabras, suspiró, y luego me contestó: «Es imperativo, Leighton. No tengo otra alternativa.» Por eso he sospechado que procedió así bajo presión. ¿Cree usted que este extranjero estaba en condiciones de exigírselo? El abogado sacudió afirmativamente la cabeza.
Empezó a dar resoplidos, cual si quisiera meter en sus pulmones más aire del que cabía, y sacudió el cuerpo como las gallinas. El picorcillo del sol le agradaba, y la contemplación de aquel cielo azul, de incomparable limpieza y diafanidad, daba alas a su alma voladora.
Ferragut, al oír las últimas palabras, sacudió su inmovilidad. Una voz maliciosa cantó en su cerebro: «¡Ya van tres!...» Le vi moribundo continuó ella en una cama de hotel. Tenía una mancha roja como una estrella en el vendaje de su frente: el agujero del pistoletazo.
Palabra del Dia
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