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Actualizado: 13 de mayo de 2025
Has de saber, ó Silvia, que estos dias, Partieron deste puerto con buen viento Doce baxeles de cosarios todos, Y con prospero viento caminaron, A vuelta de las islas de Cerdeña, Y alli en las calas, vueltas y revueltas, Y puntas que la mar hace y revuelve, Se fueron á esconder, estando alerta De algun baxel de Genova, ó España, O de otra nacion, que no fuese Francesa: Y presto un bravo viento se levanta Que Maestral se llama, cuya furia Dicen los marineros que es tan grande, Que las tupidas velas y las jarcias Del mas recio navio y mas armado No pueden resistirle, y es forzoso Acudir al abrigo mas cercano, Si su rigor acaso lo concede.
Era, pues, necesario, para ganarse simpatías y prosélitos, hacer por los electores un poquito más que el más rumboso de los candidatos; y como don Simón era rico, y en ciertas ocasiones no se paraba en barras, autorizó a sus agentes para que hiciesen saber en el distrito que él daba a sus votantes lo mismo que el candidato de oposición, más dos docenas de castañas, y, en caso de apuro, un cigarro de dos cuartos.
Aquí el peligro desarrollábase cerca, y esto despertaba el ansia de noticias, deseando saber la marcha de la corrida a cada cuarto de hora.
La señorita Dora acaba de saber por un anónimo que su prometido conserva un hilo atado a la pata; es decir, que este joven no ha liquidado su pasado.
No, señor, con Amaury; pero sin duda se me ha desviado el cañón y sin saber cómo el proyectil, dirigido a Amaury, ha estado a punto de matar a este caballero. El conde juzgó que era hora de tratar en serio un negocio que le parecía muy grave; así, dijo cambiando de tono: Tengan la bondad, señores, de dejarme hablar sólo unos minutos con los señores de Auvray y de Leoville.
Jaime creyó recibir en el pecho una piedra, un guijarro caliente que tal vez había hecho saltar el estrépito de la detonación. «¡No es nada!», pensó. Pero al mismo tiempo viose en el suelo, sin saber cómo, tendido de espaldas. «¡No es nada!», pensó otra vez.
Esta en sí, es un hecho de nuestra alma, atestiguado por el sentido íntimo; pero el saber que este hecho es de experiencia, es una cosa muy distinta de la misma experiencia; pues que con saber esto, hacemos el tránsito de lo subjetivo á lo objetivo, refiriendo á lo exterior lo que experimentamos en lo inferior.
También podría ser arnés de fabricación italiana, sin la curva especial del peto; y cuanto más lo miro más seguro estoy de que ese coselete ha sido hecho por artífices de la parte de acá del Rin. Pero aquí viene su escudero y no tardará Vuestra Alteza en saber qué lo trae por estos rumbos.
«Vea usted me dijo , vea usted las hermosas flores que he cogido; quisiera saber cómo se llama ésta.» Era la encantadora flor que se llama la silvia, porque no prospera más que en los lugares salvajes y a la sombra de los bosques. Me acordé de la linda estrofa del poeta alemán y la repetí en voz alta: «Es la silvia, la fresca silvia, la dulce anémona de los bosques.
Desempeñaba el papel de Yago con un arte feroz. Solamente que era á Desdémona á quien dedicaba sus envenenadas confidencias. Todo lo que tu ciega confianza le hacía saber de tus negocios ó de tus placeres, venía á repetírmelo. Yo quería alejarle, porque me torturaba, pero tenía sed de saber y me prestaba á sus delaciones creyendo aprovecharlas para conservarte.
Palabra del Dia
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