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Actualizado: 13 de mayo de 2025


Vicio, hija, vicio insistía Mari Pepa ; vicio de no saber qué jacerse en una vida tan regalona. Preguntóme Lita si yo también tenía «por allá» esas malas costumbres; respondíla que , y me dijo, por todo comentario, con una ingenuidad y una llaneza verdaderamente infantiles: Pues buen picaronazo estará usté... ¿Verdá, madre?

¿Qué se le ofrecía a V.? le preguntó sonriendo. El cadete vaciló un instante, puso sus ojos sanguinarios en el suelo y dijo con voz bronca de adolescente que está en la muda: Cabayero, quisiera saber si V. está «en relaciones» con esa chica del número quince... ¿Del número quince? dijo Miguel, más risueño aún. señor, cuarto tercero. Pues en efecto, estoy en muy buenas relaciones; señor.

Las niñas deben saber lo mismo que los niños, para poder hablar con ellos como amigos cuando vayan creciendo; como que es una pena que el hombre tenga que salir de su casa a buscar con quien hablar, porque las mujeres de la casa no sepan contarle más que de diversiones y de modas.

Hubiera dado muchos días de vida por saber todo con claridad, y al mismo tiempo se horrorizaba al pensar que iba á saberlo. La idea de la deslealtad de Clara, de su deshonra, era demasiado grande en su horror, y no le cabía en la cabeza.

, era fácil, bien lo sabía ella, pero si le quitaban la tentación no tendría mérito, sería prosa pura, una cosa vetustense, lo que ella más aborrecía...». Don Álvaro, que si no era tan buen político como se figuraba, de diplomacia del galanteo entendía un poco, comprendió pronto que, sin saber cómo, había acertado.

Su afán de saber se despertó como nunca, comparándose con el Padre y notando cuán ignorante ella era: y, aunque el Padre no hacía ostentación de su ciencia, ella le excitaba a que hablase, con mil preguntas, a las que el Padre, por más que por modestia lo repugnara, tenía al fin que responder.

Mucho la cohibía el temor de no saber usar términos en consonancia con los que emplearía la confesora, pues en todas las ocasiones difíciles recobraba su popular rudeza, y se le iban de la memoria las pocas enseñanzas de lenguaje y modales que había recibido en su corta y accidentada vida de señora.

piensas, como noble princesa que eres, en que este criado tuyo no es indigno de ser tu marido, y yo no pienso que haya logrado merecerte. Y en lo que ni yo ni pensamos es en que el rey tu padre y este gigante infeliz tienen tan pobres... Cállate dijo la princesa; aquí está mi mano de esposa, marqués Meñique. ¿Qué es eso que piensas de , que lo quiero saber? preguntó el rey.

Nisi utile est quod facimus, stulta est gloria. Phaedr. Fabul. lib. 3. Fab. XVII. vers. 12. DE LAS OPERACIONES DEL ALMA en general. El hombre se compone de dos partes esenciales, es á saber, Cuerpo, y Alma.

Por último quiso aprovechar unas grandes marismas que había cerca de Sarrió. Todas estas empresas habían fracasado, sin saber nadie por qué. Delaunay era inteligente, ilustrado, laborioso. Conocía cada industria que iba a ejercitar como el más competente maestro; encargaba los aparatos a Inglaterra, los montaba y los hacía funcionar felizmente, obteniendo productos muy aceptables.

Palabra del Dia

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