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Actualizado: 1 de mayo de 2025


El general Prim había sido asesinado, y su amigo íntimo, su portaestandarte, el marqués de Sabadell, indicado ya para la cartera de Fomento, desaparecía súbitamente de la corte, a la misma hora en que corría la falsa nueva de que las heridas del general no eran de muerte y se habían escapado de sus labios terribles revelaciones.

Ella, con su sencillez columbina, no reparaba en esto, y se apresuró a preguntar con ingenuidad adorable: ¿Hiciste mi encargo? ¿Qué encargo?... ¡Pues me gusta!... ¿No te dije que fueses a ver a Jacobo Téllez?... ¿A Jacobo Téllez?... ¿Y quién es Jacobo Téllez? Pues, hombre, Jacobo Sabadell, el marido de mi prima Elvira. ¡Ah, ya!... Si yo creía que se llamaba Benito...

Sentado a su lado, en el pescante, iba el marqués de Sabadell, afable y cariñoso, defendiendo de los rayos del sol el rostro de la dama con una gran sombrilla de grueso tafetán encarnado, y atento siempre a remediar con su vigoroso puño cualquier descuido que en su ardua tarea de guiar el coche pudiera tener el aristocrático cochero.

Llevaba el más viejo una bufanda encarnada que le cubría la camisa, un sombrero calabrés algo mugriento y un arete de oro en la oreja izquierda; el más joven era bajo, rechoncho y sin pelo de barba en la rolliza cara. Quedóse atrás Sabadell, mirándoles muy espantado, como si quisiera reconocerles...

Varios hombres y mujeres se adelantaron y fueron a arrodillarse ante el comulgatorio; entre ellos iban la marquesa de Sabadell y la condesa de Albornoz, las dos rivales, el verdugo y la víctima, la mujer inocente y la cínica escandalosa.

Aquí se atascó Diógenes, y rascándose la nariz con el cabo de la pluma, quedóse perplejo, hasta que añadió por fin al encabezamiento esta reverente coleta: «...muy respetada: Mañana sale de aquí para esa el perillán de Jacobito Sabadell, que lleva las de Caín, pues trata nada menos que de intentar una reconciliación con su pobre mujer Elvira.

Era tradicional costumbre entre los Grandes que habían de cubrirse convidar, para ser apadrinados en la ceremonia, a aquel otro Grande ya cubierto que de cerca o de lejos fuese el jefe de la familia; y éralo de la de Sabadell el anciano duque de Ordaz, prototipo de honradez y de nobleza...

Acertó entonces a llegar a Milán, fugitivo de Constantinopla, el marqués de Sabadell, perdido y arruinado, y presentóse en aquella logia, donde años antes le había iniciado Garibaldi.

Palabra del Dia

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