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Desde fuera, con su tejado de pizarra y el pabellón francés ondeando encima, podía tomársele por una alcaldía rural. Conozco al intérprete; entremos a fumar con él un cigarrillo. ¡Pitillo tras pitillo concluiré por matar este domingo sin sol! Numerosos árabes andrajosos ocupan el patio que precede a la oficina.

Muchas veces, cuando en el verano iba la cuadrilla de una provincia a otra y Gallardo se trasladaba al vagón de segunda en que viajaban los «chicos», montaba en éste algún cura rural o una pareja de frailes. Los banderilleros dábanse con el codo y guiñaban un ojo mirando al Nacional, que parecía más grave y solemne ante el enemigo.

El domingo es alegre en Villaverde; muy alegre si se le compara con los demás días en que las calles y plazas están casi desiertas. La población rural viene a la ciudad con motivo del tianguis, y los villaverdinos salen de sus casillas para ir a misa y al mercado.

El millonario me había confesado muchas veces, en confianza, que había sido mucho más feliz en sus días de penurias y atolondradas aventuras allende los mares, que ahora que era propietario de la gran mansión de West End y de la primera posesión rural del condado de Herefordshire.

Su vida pasada era un continuo cambio de profesión, siempre dentro del círculo de la miseria rural, mudando cada año de oficio, sin encontrar para su familia el bienestar mezquino que constituía toda su aspiración. Cuando conoció á su mujer, era mozo de molino en las inmediaciones de Sagunto.

Buscó el retiro de rural sosiego y prosiguió su ruta sin desmayo. Para trazar su rúbrica de fuego, tras densa nube se recoge el rayo. Sobre el rojo fulgor del exterminio, sobre el mortal estruendo de las balas, en el azur, su natural dominio, serenamente desplegó las alas.

Es muy difícil poder seguir el curso de los pensamientos y modo de ser del campesino. En la Inglaterra rural de hoy en día existe muy poca gratitud sincera de los pobres hacia los ricos, y llega a tal grado, que en los distritos de campo, casi no se aprecia el don de la caridad, mientras la gente rica se va cansando de sus esfuerzos por agradar o mejorar la condición del pueblo.

Hubo necesidad de adoptar ciertas precauciones, pues corrían rumores, según pude enterarme después, de que iban á linchar á Lacoste, á su paso por las calles de la población. El Cuartel de la Rural, á donde fué conducido Lacoste, estuvo todo el día rodeado de curiosos que deseaban verlo antes de que fuera trasladado á Santiago de Cuba.

Pronto llegó la época de una nueva exposición rural, y me vine a Buenos-Aires, con tan notables ejemplares lanares y bovinos, que creí seguro esta vez sacar los primeros premios. Olvidaba que había más de un centenar de criadores no menos «seguros» que yo... Mas esto no nos interesa. ¡Lo que interesa a mi caso es lo que me ocurrió en el club!

Decíase que tenía una gran biblioteca y que en su juventud había hecho en Lancia ejercicios brillantísimos a una de las prebendas de la catedral, y que no se la dieron porque el obispo la tenía reservada para un sobrino. Don Restituto, herido por la injusticia se había retirado a aquel curato rural, y nunca más quiso salir de él para intentar nueva contienda.