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Actualizado: 10 de octubre de 2025


Lo mismo que el arroyo del valle y los grandes ríos del llano, el pequeño barranco tiene sus orillas sombreadas por árboles. El álamo blanco se levanta al lado del haya y el abedul; las hojas finamente cortadas del fresno, aparecen por entre dos altos olmos con su ramaje como arreglado por la mano del hombre; el tronco blanco del abedul resalta al lado de la rugosa y sombría corteza de la encina.

Crescencia se llamaba la ciega o cegata, siempre hecha un ovillo, mostrando su rostro diminuto, y sacando del envoltorio que con su arrollado cuerpo formaba, la flaca y rugosa mano de largas uñas.

Después, a falta de sagú, pues lo habían dejado en el bosquecillo de nueces para andar más ligeros cuando emprendieron la carrera tras del babirussa, echó mano de algunas frutas del árbol bajo el cual estaban. Eran del tamaño de melones medianos, cubiertas de una piel rugosa, y contenían en su interior una pulpa amarilla y tierna, que se prepara asándola sobre brasas.

Algun dia serás lozana rosa Cuando mi frente pálida y rugosa Se incline en tu perfume á refrescar; Cuando el labio marchito de dolores Quiera gozar el aura de las flores Sintiéndote, ángel bello, respirar.

¡Quién lo duda, bobito! exclamó Feli . tienes mucho talento: eso lo he dicho yo desde que te conocí. Deja que te bese esa frente donde guardas tu talentazo; deja que te acaricie con los labios ese almacén de donde sacas tus cosas bonitas. Oprimía entre sus brazos la cabeza del amante, la besaba enardecida, como si quisiera morder su frente enorme y rugosa.

Otros árboles de corteza rugosa, cuyos troncos salen de la misma orilla del arroyo, sólo aparecen blancos de nieve por el lado del viento; el resto del árbol conserva su propio color y las ramas sólo aparecen salpicadas de algunos copos.

Seis años iban transcurridos desde que Gabriel le vio por última vez, y no había olvidado su corpachón mantecoso, la cara granujienta, de frente angosta y rugosa, orlada de pelos hirsutos, y el cuello taurino, que apenas si le permitía respirar, convirtiendo sus aspiraciones en un resoplido de fuelle.

Sin embargo, éste era el único con quien se humanizaba a ratos. Echando la vista en torno y advirtiendo el lujo que allí reinaba, pronto se convenció Miguel de que los tertulianos todos, sin exceptuar a su tío, apetecían la mano un poco rugosa ya de la intendenta.

Bien hacía el marqués en mostrarse orgulloso de su ganadería, compuesta de bestias finas, seleccionadas por los cruces. No era el buey destinado a la producción de carne, de piel sucia, basta y rugosa, la pezuña ancha, cabizbajo, y con los cuernos enormes y mal colocados.

¡Eso! ¡eso! Retoza, grandísimo holgazán, comedor. Toda la tarde roncando y ahora en vez de ordeñar las vacas, de jarana dijo una vocecita aguda. Quien profería estas ásperas razones era la avinagrada esposa del tabernero, una mujerzuela bajita, menuda, rugosa, de frente ceñuda y ojos pequeños y fieros. Martinán se levantó del suelo riendo.

Palabra del Dia

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