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Actualizado: 20 de mayo de 2025
Sus botas mostraban los tacones rotos y el cuero resquebrajado bajo los roídos bordes del pantalón.
Como nada es duradero en el mundo, el cielo quiso que a aquel edificio le llegase como a la casa de D. Felicísimo, su día final, y hoy crece en sus rotos muros el amarillo jaramago, y sus huecos son ¡ay! de lagartos vil morada.
Entonces empezaron los tratos y conferencias de los hermanos con los señores del cabildo, siguiendo Losa con sus solicitudes, en una de las cuales de 1593 decía pintando el estado en que habían quedado los muchachos vagabundos: «Andan perdidos por las calles y plazas, y yo, como persona que comenzó esta obra, le deseo remedio, porque veo andan los niños de siete y ocho años desamparados, rotos y aun encueros por los rincones y poyos de la ciudad, donde se quedan á dormir, que en este tiempo aun los muy bien arropados y abrigados lo pasan con dificultad y trabajo; y la semana de Pascua amaneció muerta de frío una mujer, y así las criaturas tienen mayor peligro.»
Las anchas higueras temblaban como enormes paraguas rotos, dejando entrar el agua en el amplio recinto cobijado por su cúpula. Los almendros, desnudos de hojarasca, temblaban como negros esqueletos. Los profundos barrancos llenábanse de aguas mugientes que rodaban infecundas hacia el mar. Los caminos, empedrados de guijarros azules, entre altos ribazos de piedra seca, convertíanse en cataratas.
El ventero se desesperaba de ver la flema del escudero y el maleficio del señor, y juraba que no había de ser como la vez pasada, que se le fueron sin pagar; y que ahora no le habían de valer los previlegios de su caballería para dejar de pagar lo uno y lo otro, aun hasta lo que pudiesen costar las botanas que se habían de echar a los rotos cueros.
Pero los antiguos moldes estaban rotos. Todo el mundo y toda la existencia anteriores a aquel estado novísimo se hundían o se disipaban como las tinieblas al salir el sol. Ya no había tía, ni hermanos, ni familia, ni nada, y quien quiera que se le atravesase en su camino era declarado enemigo.
Las vigas del techo están ennegrecidas por el humo, y sobre al suelo sin alfombras ni tarimas, hay algunos ladrillos rotos en mil pedazos, en cuyos fragmentos se conocen las señales de los clavos que llevaban en los zapatos los campesinos, cuando convirtieron en sala de baile esta habitación.
En la venta del Molinillo, que está puesta en los fines de los famosos campos de Alcudia, como vamos de Castilla a la Andalucía, un día de los calurosos de verano se hallaron en ella acaso dos muchachos de hasta edad de catorce a quince años; el uno ni el otro no pasaban de diez y siete; ambos de buena gracia, pero muy descosidos, rotos y maltratados.
Pasó, pues, el hallarla en esta manera: Estando yo un día en el Alcaná de Toledo, llegó un muchacho a vender unos cartapacios y papeles viejos a un sedero; y, como yo soy aficionado a leer, aunque sean los papeles rotos de las calles, llevado desta mi natural inclinación, tomé un cartapacio de los que el muchacho vendía, y vile con caracteres que conocí ser arábigos.
Nuestra fragata tenía las velas con más agujeros que capa vieja, los cabos rotos, cinco pies de agua en bodega, el palo de mesana tendido, tres balazos a flor de agua y bastantes muertos y heridos.
Palabra del Dia
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